Columnista invitado
Hace ya más de 8 años a un grupo de analistas se nos tildó, de forma burlesca, de los OCP, haciendo referencia que éramos los ortodoxos, conservadores y prudentes.
Se opinó entonces que el Gobierno, que recién se iniciaba, debía seguir un patrón ordenado de manejo de las finanzas públicas, lo cual implicaba la aplicación de una política que preserve la sostenibilidad fiscal, lo que significaba, endeudarse de forma adecuada y para fines necesarios, que el gasto público no podía crecer más rápido que el crecimiento de la economía, que los subsidios no podían ser eternos sino temporales y focalizados, que las buenas relaciones internacionales eran siempre necesarias, que el sector privado era el llamado a contratar trabajadores y no el sector público, que la política económica debía ofrecer las señales coherentes y claras que le permitan al sector privado invertir, que los presupuestos del Estado debían sustentarse en criterios seguros y no aventurados como apostarle a la suerte de un alto precio del petróleo.
Se insistió hasta el cansancio que es prioritario ahorrar los excedentes de ingresos para evitar los efectos perniciosos por si la coyuntura se tornara adversa. Se repitió múltiples veces la necesidad de atraer inversión extranjera como un motor adicional para el crecimiento económico y el progreso. Se alertó sobre las consecuencias de haber efectuado una recompra de deuda luego de anunciar una moratoria, acciónque fue contraria a la seriedad y transparencia que debe existir cuando se interviene en cualquier transacción, más aún en el mercado de capitales internacionales. Se les dijo el mensaje de inseguridad que producen las reiteradas reformas tributarias y la creación del impuesto a la salida de divisas. En fin, falta espacio.
Ahora el país, si quiere emitir papeles, debe pagar rendimientos insólitos como es el cálculo de hace pocos días que instituciones del exterior hicieron demostrando que el Ecuador necesitaría pagar el 17% anual por emitir bonos.
El resto del endeudamiento es totalmente oneroso. No se tiene un centavo ahorrado, pues las aclamadas carreteras, ahorro contable, no reemplazan la falta de liquidez por las escuálidas ventas externas de petróleo.
Las invitaciones al diálogo con el sector privado no son recibidas con confianza por todos los antecedentes de falta de sindéresis económica del Gobierno. El gasto público se vuelve inmanejable y empiezan recién los recortes. Persisten en mantener las salvaguardias de balanza de pagos sin resolver el problema, tema que también se alertó. Ahora encima aparece el fenómeno de El Niño, el riesgo del volcán Cotopaxi, la apreciación del dólar y sigue cayendo el precio del petróleo, situaciones que no son culpa del Gobierno, pero sí el no haber aplicado una política económica correcta, es decir, ortodoxa, conservadora y prudente, que permita mitigar estos problemas. Encima le quieren culpar a la dolarización. ¡Increíble!