Dentro del enorme caudal de informaciones que fluyen día a día, no es imposible que a veces las crónicas más significativas puedan pasar casi desapercibidas.
Justamente eso puede haber pasado el miércoles de la semana anterior con la nota de la agencia española EFE, que se originó en la capital de Estados Unidos y no recibió la suficiente atención como en realidad se merecía. Se trataba de que el presidente de la mayor potencia del mundo, Barack Obama, voluntariamente había resuelto disminuir el monto de su remuneración, a partir del uno de abril, y como tangible solidaridad con todos los funcionarios públicos que verán disminuir su sueldo, debido a los recortes que automáticamente entraron en vigencia al comenzar el mes de marzo .
El objetivo de la medida es bajar en alguna cantidad el déficit fiscal que en su momento fue calificado como ‘sideral’ para indicar el abismo con que se inició el año, por la diferencia entre los ingresos y gastos de la administración federal. El mismo despacho daba cuenta que el salario anual de Obama es de 400 000 dólares y que por tanto la contracción mensual llegaba a unos 16 000 dólares. Claro que hubiera sido más fácil expedir una norma sobre la materia, pero el problema práctico radica en que tanto la remuneración del Presidente, cuanto la de los congresistas están fijadas mediante ley y no se las puede alterar. De esta forma lo que hará Obama será remitir a la oficina respectiva un cheque por el valor del recorte.
Es oportuno recordar que al suceder el cambio presidencial en Francia, el señor Hollande ya actuó de forma similar, pues encontró también un abrumador déficit de presupuesto, pero sería estupendo que el ejemplo se fuera extendiendo hasta convertirse en mandato virtualmente general, pues los aspirantes a cargos públicos de elección ciudadana, sin excepción alguna, nos predican que su aspiración es ‘servir y no servirse de las delicias del poder y de los gordos sueldos que suelen acompañar a tales canonjías’.
Por cierto que el Ecuador se ha unido también a esta corriente. No más allá que este sábado anterior, en su acostumbrada homilía sabatina, el presidente Rafael Correa anunció que se iban a “congelar” su remuneración y la de los altos funcionarios del Régimen. Lamentablemente no quedó en claro si a semejanza de lo ocurrido en Estados Unidos, lo mismo pasaría con las suculentas remuneraciones de los integrantes de la Asamblea Nacional, quienes muy ilusionados -tanto los nuevos cuanto los reelectos- recién se aprestan al ‘estreno’ de sus curules.
Obviamente que esta misma sería excelente oportunidad para que se informe a los dueños de la Hacienda Pública, es decir a todos los ciudadanos, en torno de asuntos que han permanecido difusos o sin la explicación necesaria, como el monto del déficit fiscal, el ritmo con el que han ido aumentando los gastos y los ingresos fiscales; la importantísima distinción entre los rubros de servicios y los de desarrollo; la cantidad de empleados gubernamentales; la evolución y las peripecias de la deuda pública, la externa y la interna, ahora que parece la Asamblea dispuesta a discutir el misterioso proyecto de la Ley de Seguridad Social, etc., etc.