En esta temporada de difuntos terminé de leer un libro de Rosa Montero, cuyo título ya dice en parte lo que nos pasa cuando perdemos a alguien cuya presencia es cercana, permanente; ‘La ridícula idea de no volver a verte’.
Este libro comparte los sentimientos de la autora ante la muerte de su esposo, pero al mismo tiempo nos presenta un diario de Marie Curie a la muerte de su esposo Pierre, ambos galardonados con el premio Nobel. Ella lo recibió en dos ocasiones, una en Física y otra en Química por el descubrimiento de la radioactividad y el Radio, elemento químico que con su resplandor, desató fantasías y encandiló como todo lo novedoso.
Pierre y Marie padres de otro premio Nobel de Química, Irene Curie, galardonada treinta y dos años después de su madre y lo menciono porque este libro, que es un poco autobiográfico de Rosa Montero, es un poco biográfico de la fascinante Marie Curie, así como un poco filosófico sobre la vida, la muerte y su significado, pero sobre todo es un libro feminista en el mejor sentido de la palabra, pues sin destruir la figura masculina resalta la fortaleza de las mujeres y la ternura con la que alientan y protegen a los hombres, a sus hombres. Pero al mismo tiempo reclama y denuncia la discriminación de la mujer poniendo de ejemplo a Maria Salomea Skłodowska (Marie Curie), quien tuvo que esperar hasta 1995 para ser llevada al Panteón de los Hombres ilustres de Francia, siendo la única mujer que lo ha alcanzado.
La muerte de un ser querido es algo que nos pone ante un asunto que no llegamos a comprender, nos enfrenta a la finitud de la vida y a conceptos como siempre o nunca.
La idea de no volver a ver a un ser con el cual se ha convivido es ridícula, es incomprensible, es negada como posibilidad, produce un choque que le deja a uno desconectado de la realidad y cuando esta regresa el dolor recién empieza a ser consciente. “Acarreamos a nuestros muertos subidos a nuestra espalda…O más bien somos relicarios de nuestra gente querida. Los llevamos dentro, somos su memoria. Y no queremos olvidar”.
El duelo es uno de los sentimientos más parecidos a la depresión con una sola diferencia; en la depresión no podemos disfrutar de las cosas, la anhedonia nos consume.
En el duelo podemos tener momentos de alegría y Rosa Montero lo dice así: “De hecho, la vida es tan tenaz, tan bella, tan poderosa que incluso desde los primeros momentos de la pena, te permite gozar de instantes de alegría”.
Su lucidez sobre el tema también abarca la creatividad como consuelo cuando dice: “El arte en general, y la literatura en particular, son armas poderosas contra el Mal y el Dolor. Las novelas no los vencen (son invencibles), pero nos consuelan del espanto”.