Nos gusta los regalos, también regalar. Difícil de estar contra una muestra de presencia de los demás. B. Acosta hizo un elogio del regalo. Visto del lado ideal, difícil de no coincidir, pero él minimiza la ola de consumismo, alimentado por la idea del generoso papá Noel importado del norte.
Es el sentido del regalo que hace problema. Basta ver los centros de compras o las presiones por las compras, para saber que es el consumismo el que predomina. Se ha impuesto que sin comprar, nada vale, que lo nuevo de la vitrina o de la TV es lo bueno. Que angustia es para padres y madres que no tienen, también para los demás. No tener regalo es una desgracia, algo que te margina y te lastima en tus adentros. A esta tradición se ha añadido la euforia comercial de EE UU, el mundo del consumo en serio.
Que liberación es no tener que comprar regalos, sobre todo a infantes. Que martirio es ir a los almacenes de juguetes; no tienen casi nada para desarrollar algo diferente a las destrezas de la guerra; nada, salvo excepción, de algo para desarrollar otras habilidades o descubrirse de otro modo. Nada nacional.
En mi familia, hace años optamos por no comprar regalos y por intercambiar regalos que uno hace para el “amigo secreto”, con sus manos y ahorros, en función de lo que es la otra persona. Era simpático. Pero este año la segunda generación hizo una revuelta y no quiso hacer nada de eso, ni siquiera darse tiempo para hacer unas fotos, escribir un texto. Hicieron una “chevere” torta, desde luego bien quemadita ya que con los juegos electrónicos perdieron la noción del tiempo. Así, lo alternativo tampoco es simple a vivir y, como todo, tiene ciclos.
¿Se puede dar otro sentido a la Navidad? Los cristianos de buena fé reivindican valores sobre la importancia de los demás y el afecto. La solución puede ser dividir el hecho de dar regalos del festejo de la Navidad. No es imposible.
Podríamos tener una fecha de intercambio de regalos que no sea la cristiana del nacimiento de Jesús. Así, en algo separaríamos la euforia comercial de regalos a la EEUU y más bien construiríamos otra fecha con otro significado propio a nuestro pasado, culturas e historia o a una proyección de futuro, para intercambiar regalos con un sentido diferente, a inventarnos, por ejemplo el del valor de hacer algo para el otro, el de expresar mis capacidades, el de haber ahorrado para adquirir algo, etc. Es necesario reinventar una fecha de regalos. Los judíos tienen su Hanuka, los Holandeses y nórdicos su San Nicolás antes de Navidad; los españoles la fiesta de Reyes. Encontraríamos una fecha que no sea la muy hipotética llegada de reyes magos, cargados de valiosos regalos.
Las tradiciones se construyen y se les da valores, significados y hasta rituales festivos para establecerlas; sería otro modo de consolidar nuestra identidad colectiva y de resolver el martirio comercial de los regalos.