Veintisiete grupos armados de Kivu del Norte, en el este de República Democrática del Congo (RDC), todavía mantienen a unos 2 000 menores en sus filas, pese a los esfuerzos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) de recuperarlos y reintegrarlos a sus familias.
Entre enero y julio de este año, unos 1 700 niños soldados formaron parte del programa de desmovilización y reintegración de Unicef.
Pero a fines de julio, la agencia condenó el preocupante aumento de menores víctimas del conflicto que golpea a Kivu del Norte desde que estallaron los combates en mayo de 2012 entre las Fuerzas Armadas congolesas y los rebeldes del Movimiento 23 de Marzo (M23).
Basile Bashimbe, abogado del programa de desarme, desmovilización y reintegración (DDR) de Cáritas Goma, una división de Cáritas Internacional, cree que la presencia de niños soldados en filas del M23 es solo una dimensión de un problema mayor.
Cáritas Internacional es una federación de organizaciones católicas dedicada al desarrollo internacional.
“A pesar de que la RDC es signataria de la Convención sobre los Derechos del Niño, nuestro país figura en la ‘lista de la vergüenza’ de Fuerzas Armadas y grupos que reclutan y explotan niños y niñas”, indicó Bashimbe.
En una zona donde la propaganda nacionalista, los reclamos étnicos y las disputas por tierras y minerales alimentan la guerra, “las milicias usan niños soldados como una fuente de trabajo vulnerable e impresionable”, explicó.
Justin Akili, quien participó en la redacción del plan operativo de desmovilización y reintegración para la RDC en 2003, dijo que los exniños soldados que regresan con sus familias, que muchas veces se asustan de su pasado, reciben una cabra por su “reintegración familiar”.
Los que están en edad escolar también reciben útiles y dinero para seguir sus estudios hasta que obtengan el bachillerato.
Cuando IPS conoció a Maurice, de 16 años, este estaba sentado bajo un árbol, con la mirada perdida y una expresión atónita.
El adolescente luchó en las filas de las Fuerzas Armadas y también con grupos rebeldes antes de que lo rescataran de la milicia llamada Nyatura, en Kivu del Norte. Esa fue su segunda desmovilización. La primera vez lo libraron de la Coalición de Resistencia Patriótica Congoleña.
“Las dificultades económicas de mi familia la primera vez que regresé eran tan duras que decidí volver a combatir”, dijo Maurice a IPS.
Lo llevaron al Centro de Orientación y Tránsito de Nyakariba para exniños soldados para ayudarlo a reintegrarse a la vida civil. Cáritas Goma también le dio una cabra por reunirse con su familia, pero esta se la comió cuando se fue.
Estos menores afrontan un doble desafío, el de comenzar una nueva vida y el de probar que pueden vivir en comunidad.