La revolución ciudadana no tiene una receta propia para afrontar la recesión económica del país, al punto que las medidas de ajuste que comenzaron a aplicarse tienen varios ingredientes clásicos del neoliberalismo: venta de activos estatales, eliminación de subsidios, ajuste fiscal, mayor apertura al capital privado, despidos en el sector público, etc.
El Gobierno no acepta ni aceptará que sus políticas económicas tengan algo que ver con la época neoliberal, a la cual ha responsabilizado de todos los males del país. Pero conforme avanza la recesión económica y se hace indispensable ajustar la economía a una nueva realidad, las medidas clásicas se vuelven necesarias, lo cual también explica por qué el Gobierno ya no tiene tantos reparos con el Fondo Monetario Internacional, considerado el autor de las medidas de ajuste.
Por ahora, algunas autoridades prefieren usar sofismas para marcar distancia con el neoliberalismo. La venta de gasolineras de Petroecuador al sector privado, que se define como una privatización, ahora se llama simplemente venta de gasolineras. El aumento progresivo del precio de la gasolina súper de la petrolera estatal no es un alza, sino una medida para equiparar los precios al mercado. Los despidos ahora son justificables porque hay que optimizar costos.
El Régimen analiza la eliminación del subsidio a la gasolina súper, una medida clásica del FMI, y esperará los resultados del plan de cocinas de inducción para focalizar el subsidio al gas de uso doméstico.
La participación del sector privado en la economía, con altibajos durante el ‘boom’ petrolero, ahora tomará protagonismo, incluso en las obras públicas.
Este cambio en la política económica de la revolución ciudadana no será ningún cambio para el Gobierno. En este nuevo escenario económico repetirá con más frecuencia que el Estado ya hizo lo suyo, que la gran obra pública está hecha. Y que ahora le toca al sector privado, porque así estaba escrito en el Plan de Desarrollo.