Los museos nacen en el siglo XIX como instrumentos visibles del poder que ejercen unas naciones sobre otras. El Museo del Louvre se constituye con obras que Napoleón saquea a las diversas naciones europeas que iba conquistando; Atenas, el Partenón, so pretexto de ser estudiado por el viajero inglés Lord Elgin, es literalmente desguazado, los famosos mármoles van a parar al Museo Británico, actualmente se gestiona su devolución al nuevo Museo de la Acrópolis; las rejas góticas de la Catedral de Toledo se exhiben en el Museo Metropolitano de Nueva York. Los ejemplos abundan.
Mas la instrumentalización del poder no es exclusivamente lo que el museo contiene en fondos artísticos o de otro tenor; es también lo que expresa o silencia a través de las cédulas en las salas, las guías habladas, grabadas o virtuales, las exposiciones temporales que organiza o recepta de otros centros culturales, sus programas educativos o editoriales. ¿Por qué casi no existen obras de mujeres destacadas si desde los años 80 la academia ha creado un corpus importante que señala su presencia? Los museos siguen prefiriendo comprar obra firmada por hombres, es más prestigioso adquirir una obra del escultor italiano Bernini a una de la pintora italiana barroca Artemisa Gentileschi, un Guayasamín y no una Araceli Gilbert.
La obsesión moderna por la pintura en lienzo -original y única- sigue presente aunque sepamos a ciencia cierta que durante el período de entre siglos (1900) la idea era precisamente democratizar las artes y ampliar la cobertura de quienes podían disfrutar o ser movidas por las mismas a través de multiplicar la imagen vía el grabado o la fotografía, la revista ilustrada. Otra obsesión: buena parte de museos y centros culturales rechazan premiar aquello que no pueden guardar o que interpelan la propia dinamia anticuada y reaccionaria de estas instituciones. Los ejemplos también abundan en este caso.
Es fundamental ser críticos con lo que no se dice. Permítanme tomar como ejemplo los guiones del bellísimo museo reestructurado hace poco, el Museo del Romanticismo en Madrid. Cubre un período crítico para la historia (y el arte) de España, los años entre 1810 y 1868 cuando es invadida por Francia y pierde sus colonias americanas. Curiosamente sobre la dolorosa invasión francesa se comenta poco y sobre América nada, ni una palabra. La función del museo es o debería ser no solo mostrar bellamente sus fondos sino con ellos interpelar, cuestionar, ser críticos, desde la historia hacia el presente. Todas sus acciones, reacciones u ocultamientos son políticos, un instrumento de poder por excelencia. Celebrar el día de los museos debería ser repensar cómo y en qué sentido la labor de estos tocan o no nuestras vidas para transformarlas.