Visita Quito Monseñor Javier Echevarría, segundo sucesor de San Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei.
Su recorrido por Sudamérica abarca ahora Ecuador, Perú y Brasil; su campo de acción es, sin embargo, el mundo entero, pues el Opus Dei, aprobado por Pío XII en 1950, se ha extendido a 68 países y cuenta con más de 100 mil asociados. Las cinco últimas fundaciones son las de Letonia, Rusia, Rumanía, Corea e Indonesia. El papa Juan Pablo II, que reinició los viajes apostólicos a nivel universal, siguió el ejemplo misionero de los primeros apóstoles, en especial de San Pablo, en torno al Mediterráneo, en cumplimiento del mandato de Cristo: “¡Id y predicad a todas las naciones!”.
San Josemaría murió en 1975, a los 73 años, y su primer sucesor fue Mons. Álvaro de Portillo, confirmado por Juan Pablo II siete años después. A sus múltiples carismas unió la longevidad: nacido en 1904, murió octogenario. Los tres conservaron plena lucidez hasta el fin. Para sucederle fue elegido en 1994 Mons. Javier Echevarría, madrileño nacido en 1932, confirmado como Prelado del Opus Dei por Juan Pablo II y preconizado obispo un año después. Si Don Álvaro tuvo la alegría de estar presente en la ceremonia de beatificación de Don Josemaría Escrivá por el papa Juan Pablo II, correspondió a Mons. Echevarría la jubilosa proclamación del Fundador del Opus Dei, por el mismo Pontífice, como santo de la Iglesia universal, en la plaza de San Pedro, el 6 de octubre de 2002.
Echevarría, como sus predecesores, añade a su sólida preparación sacerdotal varios títulos académicos, entre ellos los doctorados en Derecho Civil y Derecho Canónico, obtenidos en distintas universidades pontificias de Roma. Podríamos decir, no obstante, que su verdadero maestro fue el propio San Josemaría, cuyo asistente fue durante largos años -y que murió en sus brazos al sufrir un infarto- cuya espiritualidad, una especie de moderna ‘imitación de Cristo’, se halla esquematizada en dos pequeños libros de sencilla apariencia, ‘Camino’ y ‘Surcos’, y desarrollada en sólidas recopilaciones de su doctrina y su experiencia como director de almas y predicador.
Esa espiritualidad se resume en pocas palabras que Don Javier sintetiza así: ‘Hagamos del trabajo una oración a Dios. Cualquier trabajo, manual o intelectual puede convertirse en verdadera oración para que hombres y mujeres, con ayuda de la gracia, podamos y debamos alcanzar la santidad, a través de la realización fiel y acabada del trabajo profesional y en medio de las demás circunstancias ordinarias de la vida”.
Desde esta columna me es grato saludar a Mons. Javier Echevarría y desearle feliz y fructífera estancia en Quito, uno de los palenques del proteico trabajo y oración de Mons. Juan Larrea, querido amigo y condiscípulo, fundador del Opus Dei en el Ecuador.