El presidente Lenín Moreno fue el principal promotor de la Consulta Popular y Referéndum que se acaba de realizar, por lo que él es uno de los grandes triunfadores más allá de ser también beneficiarios, sin duda, el país y la democracia. Se dio una clara señal del apoyo popular a lo que el Jefe de Estado ha venido sosteniendo: la mesa nunca estuvo servida, la deuda pública es cercana a los USD 69 mil millones y no menos de USD 30 mil millones como afirmaba el gobierno anterior, el empleo lo genera el sector privado, la austeridad fiscal es importante, etc. Si ese es el mensaje del país al gobierno, pues el mandato es corregir esos problemas, los que no se pueden arreglar haciendo lo mismo como tampoco hacerlo con la misma gente.
La luna de miel dura poco y la necesidad de un cambio de forma y de fondo en la conducción económica es urgente e imperativa. La forma de manejar la economía tiene dos salidas: o se lo hace bien o se lo hace mal. Ya no es tiempo para volver al discurso obsoleto y caduco de las tesis neoliberales, estructuralistas o marxistas. Lo único que sirve es una política económica pragmática, que ataque los problemas con técnica, ritmo y dirección y los corrija de forma gradual. El país registra muchas debilidades económicas pero se pueden citar algunas de las principales: tamaño insostenible del Estado, presupuesto fiscal desfinanciado con el mayor desbalance de la región, deuda pública cara y a plazo corto que ha crecido 7 veces frente al PIB en los últimos 8 años, calidad del gasto público donde 1/3 es para inversión y 2/3 es para gasto corriente, reservas internacionales escuálidas que no cubren ni siquiera los depósitos del sistema financiero privado, la menor inversión extranjera frente al PIB de la región, una seguridad social con serios problemas actuariales, financieros y de caja, un comercio exterior que se ha reducido año tras año con superávits sostenidos en restricciones al comercio y con impactos negativos en la producción nacional, costos internos que impiden mayor competitividad del sector privado, ausencia de acuerdos de comercio con Estados Unidos, Asia y otros mercados, un BCE que acumula una fuerte dependencia del gobierno, entre otros problemas. Todo desencadena en una economía que no crece, un empleo que no mejora, deterioro de la imagen internacional y, por tanto, un país que no progresa.
El país está viviendo de la deuda y el momento en que se produzca un corte del financiamiento, empezará a sentirse la realidad. Estamos dopados con la deuda y todo sigue como si estuviéramos en plena opulencia. Presidente, no puede esperar ni un minuto más. Aplique un giro de 180 grados en la política económica, necesita otro equipo y acciones prácticas. Fuera las ideologías. El país no come de dogmas ni de académicos, sino de trabajo y de oportunidades.
Columnista invitado