El presidente Rafael Correa acaba de visitar tres importantes centros universitarios de los Estados Unidos. Independientemente de la intención que pudo tener esta visita, me llama la atención que ahora se comience a hablar del “milagro ecuatoriano”.
Es cierto que el Ecuador de hoy no es el mismo que hace 7 años. A más de la promulgación de una nueva Constitución y leyes subsidiarias, se ha avanzado en otros aspectos como: reforma del Estado, mejora en la redistribución de la riqueza, reducción de los índices de pobreza, inflación controlada, construcción de grandes obras de infraestructura como carreteras, hospitales, centros educativos, entre otros. No obstante, llamar a esto como el “milagro ecuatoriano”, es poco consistente.
Hablar de “milagro” sería como comparar al Ecuador con países como Corea del Sur, Singapur o Taiwán, los cuales son un referente en términos de desarrollo económico, innovación, tecnología.
Lo ocurrido en nuestro país se explica en gran parte por el buen momento que han atravesado los países de América Latina por el alto precio de las materias primas. Es decir, el milagro y suerte que ha tenido el presidente Correa es tener, como nunca en la historia del país, precios internacionales del petróleo que se han acercado a los cien dólares por barril. En el periodo 2007-2013, por ejemplo, los ingresos petroleros se multiplicaron casi 3,5 veces.
Otro milagro ha sido mantener la dolarización, lo cual no es visto con buenos ojos por el Presidente. El dólar ha dado en estos años estabilidad económica, acceso al crédito a un mayor número de la población, estabilidad en el poder adquisitivo de los salarios, eliminación del riesgo cambiario y fortalecimiento del sistema financiero.
Uno de los aspectos positivos de la dolarización ha sido también el limitar a los gobiernos de turno la fijación de la política monetaria y cambiaria. Hasta aquí, como pueden ver, nada de esto ha sido promovido por el actual Gobierno.
En lo que sí ha habido un manejo destacable de parte del régimen de Correa es en la política fiscal. Se han generado nuevos y mayores ingresos. Sin embargo, el gasto público se ha disparado. Estos nuevos recursos han sido destinados para el sector social, vialidad y energía, así como ejecutar proyectos de infraestructura. Un aspecto negativo ha sido el aumento de la burocracia, la poca transparencia del gasto, el pago de subsidios de los combustibles, entre otros.
En conclusión, no se puede hablar del “milagro ecuatoriano”, ya que de esto no tiene nada. De lo que sí se puede hablar es que el Presidente tuvo la suerte de encontrarse con un país dolarizado y con altos precios en el barril de petróleo. Estos factores explican en gran medida la aparente bonanza y sensación de que vivimos en un país de renta media.