Para muchos, el metro es la modernidad, una atracción; es también la solución para el tráfico atosigante. La orografía quiteña, un valle estrecho, quebradas, fallas geológicas en las faldas de un volcán, ha complicado desde siempre la construcción del hábitat y la circulación para atravesar, ahora, cerca de 60 km. Reducir el tráfico con incremento del transporte público es la primera solución, pero no lo veremos mañana. La pragmática solución ha sido crear vías que cortocircuiten el paso por el centro de la ciudad con vías alternativas que le circunvalan, vía Oriental y vía Occidental, inclusive con otras vías más allá de este perímetro para contornar la ciudad con el tráfico que no tiene Quito como destino. Otra salida sería volver a la periferia más atrayente que la ciudad, como ahora son para muchos “los valles”. Llevar las ventajas de la ciudad, lejos de ella, al sector rural para desconcentrar servicios y población es la solución más perdurable; se frenaría así la concentración creciente de población en ciudades que por sus propias dimensiones no ofrecen la calidad de vida necesaria.
Se requiere para ello unión de esfuerzos entre niveles de gobierno, pero, antes de nada, de visión y decisión para definir prioridades, por encima de cálculos circunstanciales. Asumir el largo plazo es lo complicado pero necesario. Qué lástima que Correa se enredó en sus políticas de ganar y ganar poder, desperdiciando su excepcional legitimidad, que habría servido para una planificación de un desarrollo que volviera atractiva la vida en las periferias urbanas, en el mundo rural. Pues, debemos transformar en ventajas nuestras limitaciones y desafíos. Somos un país poco extenso y el más poblado de Suramérica, eso implica que con facilidad podemos acceder a diversos espacios. De ahí la urgencia de constituir regiones para una planificación de conjuntos más viables y con una cobertura territorial y poblacional suficiente. Pero como esto tardará aún, es Quito y su región que deben tomar la iniciativa, para hacer que más allá de El Quinche, Cayambe, Machachi, un tren rápido torne atractiva la idea de vivir allá, lejos de la contaminación y la concentración urbana, y en 30 minutos llegar a Quito. Algo mejor que vivir en varios barrios de la ciudad. Un metro, así, puede parecer una solución al tráfico invasivo, pero solo será solución de un momento. Reordenar el espacio regional es más decisivo. No debemos circunscribir nuestra mirada al centro, sino mirar e integrar a la periferia, en un todo intercomunicado. Priorizar el interés público en un proceso de largo plazo que beneficie a campo y ciudad, desconcentrando ciudades cada vez menos viables y preparar la región es conveniente y urgente.