En el año 2020, si continúa el aluvión poblacional, en Quito habrá 3 millones de habitantes. Probablemente estarán repartidos así: un millón al norte del antiguo aeropuerto, un millón al sur de Quitumbe y un tercer millón en el centro-norte y en los valles orientales.
Probablemente rueden 700 000 automotores en la caprichosa orografía de la capital. Los ciudadanos de a pie estarán, en su mayoría, en el norte y en el sur de la ciudad y son estos los que deben ser atendidos con prioridad para mejorar su calidad de vida y su productividad, lo que les dará mejores salarios.
Para esto debe haber un plan maestro de movilidad con enfoque de equidad y que sirva para mejorar el transporte de las
personas y la caótica congestión vehicular hacia el año 2020.
Si de este plan surge técnicamente una conclusión de que es conveniente y posible hacer el Metro a lo largo de todo
Quito se debería comenzar con el tramo ‘Quitumbe – La Y, para en una segunda etapa inmediata hacer dos tramos para servir a los 2 millones de pobladores pobres que en el año 2020 vivirán en la periferia norte y en la del sur, para lo cual se necesitaría invertir tres veces más, es decir unos USD 7 500 millones en los próximos 15 años y contar con la seguridad de que se podrá financiar el subsidio diario que será igual al valor del pasaje que pueda pagar el público de bajos ingresos.
Si hay expectativas ciertas de ingresos y financiamiento de estas magnitudes podríamos hacer un Metro de amplia cobertura. Si no, hay que pensar en otras alternativas menos caras, equitativas y viables.
Ahora se quiere comprometer la capacidad de crédito de la Municipalidad para construir un Metro, que irá por una ruta que ya está servida por el Trole, cuya repotenciación debe ser urgente junto con la de las vías expresas de oriente y occidente, lo que liberaría recursos para financiar trenes eléctricos (con las nuevas fuentes de energía barata) sobre superficie para servir a la gente de bajos recursos que vive al norte del antiguo aeropuerto y al sur de Quitumbe.
Esto sería lo equitativo para atender a la gente de a pie que tanto sufre ahora y que en el 2020 empeorará aún más, cuando la ciudad sea casi un inmenso garaje de vehículos y con gran densidad de población.
Los bancos y financieras internacionales que están dispuestos a financiar una parte del Metro seguirán estándolo para financiar proyectos de esta naturaleza, pues su negocio es prestar dinero y ganar intereses. Pero estas cuantiosas inversiones que pagaremos todos los ecuatorianos deben contemplar el principio de equidad si se quiere actuar con coherencia política y social.
Lo que se decida sobre el Metro de Quito debe ser pensado dos veces, porque este hiperproyecto no debe ser emprendido ligeramente ni por previsiones electoreras
de nadie. En todo caso, este proyecto requiere ser discutido muy ampliamente, antes de que una persona -el Alcalde de la ciudad- tome una decisión al respecto.