Cuando apenas habían transcurrido seis días del inicio del nuevo Gobierno, anunció una emisión de bonos soberanos de dos mil millones de dólares, la mitad a 6 años plazo y 8,75% de interés y los otros mil millones a 10 años plazo y 9,625%, condiciones que contradicen la reiterada aseveración del flamante presidente Lenín Moreno de que buscará financiamiento con tasas y plazos más convenientes para el desarrollo del país.
Esta emisión se concibió y tramitó en las postrimerías del anterior Gobierno, tan es así que, cuando Patricio Rivera era Ministro, viajó en abril a Estados Unidos e Inglaterra para establecer contacto con inversionistas.
Se indicó que esta emisión es parte de la planificación establecida para el financiamiento del Plan Anual de Inversiones del 2017. En enero se hizo otra emisión similar, por mil millones de dólares y, sin duda, pronto se harán otras para cubrir el enorme déficit que heredó la actual Administración, que tiene que atender compromisos impostergables, inclusive el pago de intereses y cuotas de la deuda consolidada, que, según cifras oficiales, supera los 27 886 millones de dólares y con la suma de las deudas de otros organismos del Estado el monto llega a 40 842 millones de dólares.
La situación es imprecisa porque, pese a que el Gobierno saliente y el entrante pertenecen a la misma tienda política, no se han suministrado, con la claridad requerida, las cifras y condiciones de algunas deudas y de contratos de obras o, por lo menos, no han trascendido para conocimiento público.
Hay expectativa, aunque aún es prematuro, respecto a las ofertas de austeridad que formuló el licenciado Moreno y sobre la forma como financiará las millonarias obras ofrecidas, así como sobre los anuncios de cambio en la conducción del Estado, cambio que para los escépticos será sólo de estilo cuando en realidad se aspira y es indispensable un giro profundo, serio especialmente en el manejo económico, en el respeto a las Funciones del Estado y a las libertades ciudadanas, freno a la corrupción y al derroche de los fondos públicos, etc. Lo cierto es que apenas han transcurrido pocos días y no se puede ni se deben exigir ya resultados. Por lo menos habrá que esperar los cien días que se acostumbra en estos casos.
Hay que reconocer que un cambio bien visto por mucha gente y que ya se comenzó a aplicar es la eliminación de las malsanas sabatinas, en las que el exmandatario informaba de sus éxitos, reales o aparentes, pero más que nada ofendía a quienes no compartían sus ideas y sus actuaciones y despotricaba contra la “prensa corrupta y mercantil”, es decir aquella que no le rendía pleitesía.
Otro cambio muy positivo y que, así mismo, ya se está cumpliendo es la apertura al diálogo con los diferentes sectores, para que participen y sean corresponsables de las decisiones que se tomen en sus respectivas áreas y en su aplicación.
cjaramillo@elcomercio.org