Un buen día, el rey Ulises dejó su tierra, su amada Penélope que se encontraba encinta, y se fue a Troya con la esperanza de poder volver pronto, sano y salvo, de aquella aventura. Diez años de guerra, diez años de odisea, veinte años le tomó volver a su hogar. Durante este tiempo tuvo que resistir los combates, sobrellevar grandes fracasos y sobrepasar miles de obstáculos, batallar contra monstruos marinos, venciendo las mareas y sobrevivido a poderosas hechiceras.
Sin embargo, el valor de su historia no radica en ese sinfín de luchas, sino en su regreso. El sentido de todo viaje está en el encuentro de todo lo vivido con el origen. Es el retorno el que justifica los esfuerzos, dolores y sacrificios de Ulises; y solo al momento de su retorno podemos percibir el calibre del bagaje personal que el personaje trae.
La distancia que hay entre Quito y Nueva York es un poco más grande que el Mediterráneo, por suerte para cruzarla los nuevos viajeros tienen algo más sofisticado que un barco griego, un Mercedes-Benz clásico.
Mathieu de Genot y Patricio Aguirre son dos profesionales con notables carreras que viven en NY y decidieron regresar al Ecuador. Claro, después de tanto suceso, de tanto ver, de tanto vivir; volver en un vuelo comercial, junto con el resto de pasajeros, desembarcar en una ordinaria noche fría, y ser recibidos por el personal de aduana, era un retorno que les quedaba corto.
Como los protagonistas de las grandes travesías, imaginaron un regreso que no tocase la mediocridad, volver manejando en el auto de sus sueños. Han decido ir aún más lejos: hacer un documental acerca del recorrido.
La vida hay que vivirla al límite, y con el coraje de ejecutar los planes descabellados que nos alejarán del modelo común y la vida normal. Así, el proyecto Mercedes Touring Fading Borders cuenta con un sorprendente equipo humano internacional, una página web tremendamente bien diseñada, un clip promocional con una calidad impresionante, 1 844 amigos en Facebook y ya ha captado la atención mediática. Todo por las testarudas ganas de no conformarse con lo usual y querer saborear las experiencias a lo grande.
Ojalá esta forma de encarar las odiseas sea altamente contagiosa. De tal forma que yo y los miles de otros emigrantes que seguimos enfrascados en nuestra travesía tengamos el coraje de coger el camino más largo pero más colorido.
Tendremos que resistir duros combates, sobrellevar fracasos y sobrepasar obstáculos, batallar contra monstruos, saber vencer las mareas y, por supuesto, sobrevivir las poderosas hechiceras que nos acechen. Pero al llegar traeremos en nuestras ropas, en nuestra piel, en las arrugas y las cicatrices el bagaje lo vivido.
¡Bon voyage, queridos amigos!