Imagínese una medida de política que logre reactivar la economía, incluso en los sectores que hoy parecen moribundos, que logre atraer inversión nacional y extranjera y que permita que todos los jóvenes vuelvan a sus estudios presenciales. Lograr eso con una sola medida sería extraordinario, pero sí se puede lograr. Esa medida milagrosa es vacunar al país.
El momento en que se logre vacunar a una proporción importante de los ecuatorianos, ya las medidas de distanciamiento social dejarán de tener sentido y podrán reabrir restaurantes, hoteles, conciertos, discotecas, partidos de fútbol o el transporte público sin restricción alguna. Y eso daría un enorme respiro a esos y a muchos otros sectores de la economía. El turismo reviviría.
Y ya no sería necesario que los jóvenes sigan recibiendo clases a distancia y podrían volver a llenar las aulas, algo que, además de liberar a sus padres del cuidado de sus hijos en las mañanas, daría una mejor educación, sobre todo a los más pequeños. Pero más allá de la educación formal, también podrían desarrollar esas competencias sociales necesarias para interactuar con el resto de seres humanos.
Finalmente, un país vacunado podría recibir más inversión, tanto nacional como extranjera y esa es la variable clave para el crecimiento a largo plazo.
Pero conseguir las vacunas no es un tema sencillo por dos razones. La primera es la incertidumbre y la segunda es la plata. La incertidumbre en el tema vacunas es alta, básicamente porque no sabemos qué tan efectivas son, sobre todo en el largo plazo. Puede ser que unas generen defensas que sólo duren un par de meses, mientras que otras inmunicen de por vida. En realidad, nada se sabe.
Además, puede ser que unas vacunas lleguen rápido y que otras se demoren, sobre todo en un mercado que se va a politizar rápidamente. En momentos de tanta incertidumbre lo mejor es contratar un seguro, y lo más parecido a un seguro que puede haber en lo que a vacunas se refiere es comprar más de lo necesario. Así, si alguna no llega o no funciona tan bien, habrá otras que sí lleguen y funcionen. Eso implica gastar más de lo estrictamente necesario y el país debería estar dispuesto a hacerlo.
Aquí entra el otro problema para conseguir las vacunas: el costo. Los 17 millones de vacunas que necesitamos pueden costar cualquier cosa entre los USD 200 y USD 1.000 millones. Obviamente si queremos estar primeros en la cola, habrá que pagar más, pero las ventajas económicas de una vacunación rápida superan ese costo (las vidas humanas lo justifican aún más).
Tenemos que entender las ventajas de vacunarnos rápidamente y estar dispuestos a pagar los importantes costos que podría implicar.