Es importante que los gobiernos tengan funcionarios de distintas formas de pensar, pues todos somos libres de opinar y creer en determinadas ideas o conceptos. Sin embargo, a la hora de diseñar y aplicar una determinada política económica es fundamental que se establezcan acuerdos básicos, lineamientos comunes. Es prioritario que entre el discurso oficial y los hechos haya coherencia. Es imprescindible que la dirección de la política económica sea una sola, caso contrario no habrá confianza.
Un error es creer que la comunidad internacional, por estar geográficamente alejada de la realidad nacional, no conoce los errores o aciertos de un gobierno o no percibe la falta de coherencia en las acciones de política económica. Un ejemplo claro de la falta de coherencia es lo acontecido con los supuestos acuerdos comerciales. Estos buscan, aunque parezca obvio, fomentar el comercio mundial entre países, entre bloques. Esto significa que los países exporten más y otros importen más, para que todos se beneficien de un mayor intercambio de bienes y servicios. Para que esta meta se cumpla se requiere que existan las mayores facilidades para esas compras y ventas, es decir, que existan las menores restricciones posibles y que los países “jueguen” bajo las mismas normas. Ese es el espíritu de la Organización Mundial de Comercio de la cual el Ecuador es suscriptor. Los convenios y tratados internacionales de comercio se derivan precisamente de esos objetivos del comercio internacional. Por esa razón, imponer restricciones a las importaciones, frenar el libre flujo de capitales, asignar cupos para importar o asignar subsidios directos a las exportaciones, hace que no solo se frene el comercio sino se beneficien a unos países en desmedro de otros. Por esas razones, las restricciones a las importaciones en el Ecuador, el impuesto a la salida de divisas o las decisiones que afectan los derechos de propiedad intelectual de marcas extranjeras que operan en el Ecuador, afectan la posibilidad de firmar acuerdos de comercio. Esto quiere decir que el gobierno “en vano” le está agotando al Ministro de Comercio Exterior, pues más allá de las gestiones que realice este funcionario el gobierno necesita sindéresis y coherencia en su política económica. La nominación del anterior Ministro de Relaciones Exteriores y del actual Canciller, apunta exactamente en sentido contrario. Las ideas y tesis de estos señores son contrarias al espíritu de apertura. Igual es el caso de los que integran el Senplades y sus alrededores. Mientras le invitan al FMI a que venga a Ecuador le dejan al señor Assange que diga lo que le de la gana en nuestra Embajada en Londres.
¿Por qué Correa no zanja la torta por el lado adecuado? No lo sé pero me imagino. Por éstas y otras razones es que la inversión privada nacional y extranjera no se reactivan y la firma de acuerdos comerciales se ve lejana.