La reciente victoria electoral de Ortega en Nicaragua da cuenta de la vitalidad que aún poseen los populismos en América Latina. Si bien la transparencia de los comicios ha sido cuestionada, no hay duda de que la población nicaragüense apoyó mayoritariamente al caudillo sandinista a pesar de su grueso y escandaloso prontuario. Mientras Ortega cuente con el apoyo económico de Chávez y pueda nutrir sus clientelas políticas con subsidios y mendrugos, su permanencia en el poder no peligra.
Los procedimientos de la franquicia venezolana denominada ‘Socialismo del Siglo XXI’ han sido ejecutados en Nicaragua con absoluto rigor. El primer paso fue asegurarse el control del Estado a través de una Asamblea Nacional compuesta de ‘corderos’ sumisos que entregaron a Ortega las instituciones del sistema en bandeja de plata. Y pese a que el artículo 147 de la Constitución de Nicaragua prohíbe la reelección, esta Asamblea servil declaró la “inaplicabilidad de la norma y abrió las puertas para la perpetuación sandinista.
El resto de la historia es un déjà vu. Ortega creó una red de medios de comunicación públicos -radios, televisión y prensa- que inundan el país con propaganda y atacan al periodismo independiente, enemigo predilecto del socialismo del siglo XXI. Su esposa, Rosario Murillo, secretaria del Consejo de Comunicación, administra el aparato propagandístico del Régimen, mientras sus hijos dirigen los medios oficialistas. Las cadenas nacionales de radio y televisión son frecuentes y en ellas Ortega intenta resaltar sus dudosos éxitos de su lucha contra la pobreza y, sobre todo, fustiga a sus enemigos.
32 años después de la triunfante revolución sandinista, el legendario Comandante Ortega ha adquirido los rasgos del tirano al que expulsó del poder con las armas. Su megalomanía, codicia de poder y prácticas corruptas son muy cercanas a las de su predecesor, el inefable ‘Tachito Somoza’. Por ello y con el supremo objetivo de mantenerse en el gobierno, Ortega no tiene reparos en mantener una alianza personal y política con Arnoldo Alemán, responsable del desvío de decenas de millones de dólares de ayuda internacional para los damnificados del huracán Mitch y uno de los políticos más corrompidos del planeta.
Los resultados electorales recientes en Nicaragua y Argentina demuestran que los populismos autoritarios del siglo XXI siguen airosos a pesar de los atropellos, abusos y actos de corrupción que perpetran a diario. En países atravesados por la pobreza y una deficiente educación, no se puede esperar adhesiones firmes a los valores morales e instituciones de la democracia representativa. Mientras persista el control gubernamental de las instituciones y los altos precios de las materias primas permitan cultivar clientelas políticas, el retorno a la democracia resulta incierto.