No hace mucho un amigo me decía que la gente se divide en dos grupos: los que conciben al mundo como un bazar y los que lo ven como un cuartel. Los del primer grupo asumen que la vida es un sistema donde hay intercambio y caos, donde son los acuerdos voluntarios entre los individuos los que establecen el funcionamiento de la sociedad.
Los que ven al mundo como un cuartel, en cambio, creen que el orden debe ser establecido por alguien que vela por el bienestar de todos y que la autoridad de ese alguien es incontestable. En el cuartel todos son soldados de un orden establecido por un ser que está en la cima jerárquica.
Las opiniones expresadas entre el martes y ayer por Alexis Mera, Gina Godoy y Rafael Correa son una inmejorable evidencia de cómo la cosmovisión de quienes gobiernan el Ecuador está claramente ubicada en el grupo de los que conciben al mundo como un cuartel. Una forma de entender el mundo que, sin duda, es compartida por un gran segmento de los ecuatorianos.
Para Mera, el secretario jurídico de la Presidencia, el Estado debe enseñar a la mujer (ojo que no dijo al hombre) cuándo iniciar su vida sexual. Sin importar, obviamente, ni la voluntad ni la opinión de la mujer.
La diputada Gina Godoy contribuyó a la tesis del cuartel al sugerir que si se critica al machismo de Mera también habría que criticar a EL COMERCIO por haber publicado la entrevista, porque “contribuye a reproducir lo que reprochamos”.
Mera y Godoy de forma nítida expresan la esencia de la doctrina oficial: la sociedad, la vida en general, necesita de un alguien que la regule y controle. En el caso de Mera, el Estado debe enseñar a las mujeres (aunque en una carta que se publica hoy sugiere que no quiso decir eso) cuándo iniciarse sexualmente, mientras que para Godoy alguien debería evitar que los pensamientos reprochables se divulguen. En el mundo ideal de Mera y Godoy, la educación sexual de la mujer y lo que se publica o no debe ser decidido por una autoridad.
Luego llegó la palabra del ‘comandante en jefe’. A través de Twitter, Rafael Correa se encargó de poner fin al entuerto generado por Mera. Según Correa, la opinión de Mera era personal, no correspondía a sus funciones y, sobre todo, no tenía importancia porque la política, en este caso la que el Estado tiene sobre sexualidad, la fija él y nadie más. El efecto del tuit del Correa, ayer en la mañana, fue inmediato y la calma volvió al cuartel. Todo en orden.
Para Correa, lo que digan sus funcionarios son opiniones personales como si los funcionarios tuvieran un lado oficial y otro privado. En la lógica de Correa, la opinión de Alexis Mera era privada porque para él es irrelevante que se lo haya entrevistado por ser Secretario Jurídico de la Presidencia y no por ser un ciudadano más.
Es el comandante del cuartel el que decide no solo si lo que piensan sus soldados es oficial o lo privado, sino también el que decide qué es público y qué es privado. Por nuestro bien, claro.