De los argumentos que se están utilizando para defender los nuevos aranceles, quizá el más perverso es el que dice que la medida no afecta a los pobres porque ellos no compran cosas importadas.
El argumento no es perverso únicamente por ser falaz, sino porque denigra al pobre.
Quien sostiene este argumento considera que el pobre es un ser sin aspiraciones de mejorar su condición de vida. Para la persona que dice que esta medida no afecta a los pobres, una mujer de escasos recursos no sufrirá con las sobretasas porque siempre comprará champú nacional (lo cual es falso porque el champú nacional lleva ingredientes importados). Pero lo que no dice esa persona, pero está implícito, es que si esa mujer llega a desear un champú importado porque le parece mejor o porque quiere tener un peinado como el de su vecina, deberá entender que esa aspiración requerirá, en el mejor de los casos, de un mayor esfuerzo. Si eras pobre para comprar champú importado, ahora eres más pobre porque ese sueño está aún más lejos.
En otras palabras, la aspiración del pobre, legítima porque nace de su voluntad, le ha sido postergada o impedida. Todo está bien para el pobre mientras esté conforme con el producto sin arancel, pero todo mal si se atreve a aspirar a algo que viene de fuera y está gravado.
Para que sea cierto el argumento de que los pobres no serán afectados con estos aranceles habría que asumir, entonces, que la gente de escasos recursos son seres sin aspiraciones. Algo así como unos zombies que andan por la vida conformes con lo que tienen y con lo que pueden tener y que nunca van a sentir la tentación de adquirir algún bien traído del exterior.
Pero si esta forma de asumir a los pobres como seres sin aspiraciones ni sueños es perversa, marginadora y sin duda inhumana, la tesis de que los productos nacionales no serán afectados es falaz. Difícilmente un producto nacional está inmune a la influencia de otro cuyo origen está en algún otro país. Esto ya sea porque contiene algún ingrediente importado, lo cual es obvio al vivir en plena globalización, o porque en algún momento de la cadena de comercialización y producción tendrá relación con algún bien extranjero. ¿O es que alguien piensa que un saco de arroz, puro sabor nacional, se va a transportar solo? Lo más probable es que sea transportado en un camión importado y que el saco también haya sido elaborado con plástico, asimismo de procedencia extranjera.
Lo que se trata de ocultar con argumentos que denigran a los pobres, es la forma con la que se han feriado el erario nacional. El otro día algún ministro decía que el “país se ahorraba USD 2 000 millones” con las medidas. Lo que no dijo, empero, es que ese supuesto ahorro se perfecciona con el gasto de los ecuatorianos que de hoy en adelante serán más pobres por la simple razón de que sus sueldos ya no alcanzan para lo que alcanzaban antes.
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