La economía es el eje central de la política exterior del nuevo Gobierno de Brasil, aún interino y en búsqueda de encauzar una crisis fiscal que contribuyó a abrir un juicio de inhabilitación a la suspendida presidenta Dilma Rousseff.
El nuevo ministro de Relaciones Exteriores, José Serra, no es un diplomático como sus antecesores, sino un economista que ya fue titular de Planificación (1995-1996). La Cancillería asumió el área de comercio exterior, que hasta ahora dependía del Ministerio de Industria y Comercio. Negociar acuerdos bilaterales de libre comercio, relegados durante la administración anterior, subordinada, según dijo, a “las preferencias ideológicas de un partido político”, y “ampliar el intercambio con los socios tradicionales como Europa, Estados Unidos y Japón”, son algunas orientaciones del nuevo Canciller.
Se trata de un “vuelco a la derecha”, de acuerdo a la opinión simplificada propia de la jerga política, sobre el cambio que representa la llegada a la presidencia de Michel Temer, del centrista Partido del Movimiento Democrático Brasileño, en reemplazo de Rousseff, suspendida de sus funciones el 12 de mayo.
Así lo calificó el excanciller Celso Amorim (2003-2010), al criticar las posiciones resaltadas por Serra en su discurso al asumir el cargo y en sus duras protestas contra los gobiernos de Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua y Venezuela, que consideraron como un “golpe de Estado” la separación del poder de Rousseff, en el poder desde 2011.
Son “falsedades” contra un proceso que cumple “rigurosamente” la Constitución de Brasil, arguyó el Itamaraty (la Cancillería brasileña) sobre la posición esos gobiernos denominados de izquierda. También atribuyó al desconocimiento de las leyes internas, la decisión de El Salvador de no reconocer al nuevo Gobierno y retirar su embajador.
“Itamaraty deja el activismo de un populismo tercermundista que se manifestó en la preferencia por países de menor peso internacional, y el resultado fue una cantidad infinita de embajadas y consulados”, sostuvo Marcos Azambuja, embajador jubilado y consejero del Centro Brasileño de Relaciones Internacionales (Cebri).
El diplomático argumentó que sería más eficaz “concentrar esfuerzos en grandes centros irradiadores”, en lugar de dispersar “algunos diplomáticos perdidos en lugares remotos, lejos de los medios de comunicación y sin misiones claras”. Tener presencia física en casi todos los países “fue una táctica para conseguir un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, pero no resultó”, señaló.
Menos mal que “se agotó el ciclo del populismo, con una retórica que ejerció una fascinación irresistible en América Latina”, opinó, sin descartar que puedan surgir otros líderes de esa corriente tan propia de la región.
IPS