El viernes pasado el máximo jefe del ELN ordenó a sus tropas insurgentes “el cese de todo tipo de ofensivas militares en territorio colombiano” a partir del 29 de septiembre en curso, de conformidad con lo pactado con el gobierno de Colombia.
Noticias como esta deben ser resaltadas. Algo así de positivo era impensable hasta hace pocos meses a pesar de haberse iniciado en el Ecuador negociaciones formales para alcanzar la paz entre las partes.
El ELN, una cruenta guerrilla que inició su insurgencia armada hace más de medio siglo, decide un cese del fuego, alejarse de la violencia y concentrarse en las negociaciones por la paz.
Ahora vendrán, en este nuevo clima de confianza mutua, discusiones concretas y complejas sobre democracia para la paz, participación de la sociedad, situación de las víctimas, aplicación de la justicia, entre otros temas de la agenda acordada.
Ecuador siguió con interés las negociaciones con las FARC en La Habana pero no fue protagonista a pesar del natural interés que tenía por sus resultados, ya sea éxito o fracaso, para nuestro país. Pudo haberlo hecho al menos en la fase final de dejación de armas pero no fue así por razones que desconozco.
Con el ELN ha sido distinto. Intervino de forma activa durante casi cuatro años, una parte en conversaciones secretas, junto con Brasil, Chile, Cuba, Venezuela y Noruega, ofreciendo inclusive su territorio como sede de las negociaciones. Fue, entiendo, facilitador –no garante como equivocadamente se dijo- y acompañó con representantes de la iglesia colombiana y ecuatoriana, pacientemente y con la logística respectiva a que, a través del diálogo, se vayan desbrozando los obstáculos para lograr un acuerdo.
Si bien este cese de hostilidades no es definitivo, aunque si lo es por primera vez verificable, nadie podía imaginar hace solo unos días que pudiera producirse cuando las conversaciones no habían adquirido una dinámica que pudiera presagiar este anuncio. Con esta decisión la negociación adquiere otro ritmo y, sobre todo, mayor confianza y voluntad para lograr una paz definitiva.
Ecuador en este caso hizo lo que correspondía en función de sus intereses y del bien supremo de la paz. La consolidación de la convivencia pacífica en nuestro vecino es no solo conveniente sino necesaria.
Y escoltar el proceso era correcto. La eventual disolución del ELN es un factor positivo por varios motivos. Muchos desmovilizados de las FARC se estarían sumando a este grupo, frentes importante de irregulares actúan muy cerca de nuestra frontera costera y en las estribaciones de los Andes y sería, a pesar de que su dimensión es menor que las FARC, el complemento total de la guerrilla colombiana. La paz con el ELN puede cerrar el círculo.
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