En el ocioso escenario electoral que nos envuelve -si lo comparamos con el de Francia reciente, el próximo de México y el no tan alejado de EE.UU.- existen algunas luces que justifican por lo menos lucubrar. De esas centellas esquivas se puede atisbar tres conjuntos que podrán plasmarse en candidaturas presidenciales, aunque poco vaticinan sobre el futuro de la próxima legislatura.
Existe un firme candidato oficial, junto a su partido, que es el Presidente. Dispone de recursos, convocatoria y un inédito aparato paternal de los organismos de control del Estado, donde no existe excepción a la sumisión; por el contrario compiten por el primer puesto. No debe descartarse, en esta suma, el peso de una burocracia temerosa, sumisa y bien pagada en importantes estamentos. Solo les falta una pieza clave que es el candidato a la Vicepresidencia, considerando que en el Ecuador sigue vigente la maldición de Velasco Ibarra que sentenció que este funcionario es ‘un conspirador a sueldo’. El actual ha prestado un servicio impecable a la causa. Ha permitido compensar el autoritarismo y la prepotencia extrema y, sin caer en sesgos xenofóbicos, ha sido una suerte de Evita para amortiguar los exabruptos de un Perón desorbitado. Podrá ser compelido a la repetición.
Un segundo grupo se integra con partículas dispares hacia el núcleo de la izquierda de siempre y de la actual que es más multifacética. Son viejos militantes, ideológicos o derivados de grupos sociales contestatarios. Si tienen lucidez histórica deberán incorporar a sus listas a importantes legisladores de la Asamblea que quedaran huérfanos y sin opciones ante las trampas de la nueva metodología electoral. Para algo bueno debieran aprovechar el traumatizante mecanismo de la reelección que erosiona a nuestra democracia.
Luego está la tendencia de centro derecha o derecha que es el sector más difuso, fragmentado y anárquico del panorama; tienen recursos, no necesariamente opciones. Este copado de numerosos presidenciables y pocos candidatos calificados al Parlamento. Sin embargo, las raíces pragmáticas de la vida empresarial los obligará a una depuración aséptica o realista, según los casos.
Un panorama de esta naturaleza de no mediar acontecimientos imponderables, solo puede producir una parrillada al mejor estilo de Puerto Madero en Buenos Aires: un triunfo en la primera vuelta y una mayoría legislativa de Alianza País encadenada por cuatro años a la muerte cruzada. Es difícil aceptar que el panorama electoral haya variado desde la consulta electoral. Somos un país polarizado dividido como una manzana en partes iguales; con la singularidad de que una de las mitades permanece intacta y la otra se divide. Por tanto, no es necesaria mucha sabiduría para vaticinar un triunfo en la primera vuelta del mismo y de los mismos.