Hace poco me referí en esta columna a la juventud, divino tesoro, como calificara el poeta Rubén Darío, en ‘Cantos de vida y esperanza’. Hoy vale hablar del adulto mayor, despreciado en la práctica en una sociedad indolente, aun cuando todos caminamos hacia ese estadio de la vida. Más aún, para parafrasear a ese gran cantautor argentino Facundo Cabral, referirse a “los viejos pendejos”, con el perdón y respeto a todos ellos.
Bienvenida siempre la juventud pero necesita guía para que exista primero una transición ordenada y que los profesionales jóvenes, además de sus excelentes conocimientos teóricos, se nutran y aprendan de la experiencia y sean mucho mejores que los que acaban de dejar sus puestos.
“Los viejos” han sido estigmatizados y marginados en instituciones públicas a pesar de toda la experiencia que puedan impartir. La sociedad contemporánea esta abocada inexorablemente a los cambios y hay que asumirlos positivamente con responsabilidad. Es absolutamente necesario el remozamiento de las estructuras sociales y la incursión de la juventud, pero combinada con la experiencia de quienes enseñan con sabiduría todo lo aprendido a lo largo de una vida profesional.
No se puede improvisar con novelería a pretexto de poseer uno o varios títulos de cuarto nivel y PHD. Eso no es para exhibirlo con prepotencia y arrogancia sino para demostrarlo en la práctica del trabajo. Esto tampoco garantiza eficacia en una labor y administración con resultados positivos concretos. De eso hay tantos ejemplos de fracaso aquí y en el exterior, graduados en las mejores universidades del mundo.
Debe reconocerse la existencia de destacados profesionales jóvenes, muchos de ellos dedicados silenciosamente a sus profesiones, sin aspaviento, exhibicionismo ni proclamas políticas públicas; pero no se puede prescindir total y radicalmente de la buena experiencia. No se puede eliminar de un plumazo y botar indiscriminadamente profesionales adulto mayores, muchos de ellos aun con plenas capacidades, como se lo ha hecho en universidades, colegios, hospitales y otras instituciones públicas.
Según el vocal Consejo de Educación Superior, Agustín Grijalva, hay incoherencia en las políticas; por un lado el programa Prometeo viejos sabios de Senescyt para traer al país a jubilados destacados a que impartan clases en nuestras universidades y por otro se obliga a la jubilación de los profesores nacionales.
En hospitales públicos se soslayó la calidad de instituciones de docencia; también se carecen de especialistas, especialmente en provincias, que fueron jubilados. Sin embargo, se escuchan quejas de profesionales por la presencia de médicos extranjeros (cubanos), que vienen a aprender el manejo de equipos que ni siquiera conocieron en su país y su especialización fue la medicina primaria familiar.