En estos tiempos de saturación política es saludable hablar de otras cosas. Por ejemplo, de los animales que caen del cielo. Apartando la propaganda veo que en el sonado festival de Taitas y Mamas el legendario Papá Roncón sigue dándole a la marimba como en los viejos tiempos. Lo conocí en Borbón a principios de los años 80 cuando todavía no le alcanzaba la fama y quería ser curandero. Recuerdo que nos sentamos a charlar sobre la Tunda, el Riviel y otros seres sobrenaturales que por allí aparecen a cada rato. De pronto, mirando al río Santiago, Papá Roncón preguntó al montubio que nos acompañaba si era verdad que en su tierra llovía pescado. Yo pensé que se trataba de una fantasía más de la cultura afro, pero el montubio respondió que sí, compadre, que en Palestina de Balzar a veces llovía un pescado pequeño que quedaba muy sabroso al freírlo con cebolla colorada.
Averiguando luego, constaté q ue a la época había más de setenta casos registrados de lluvia de peces en el mundo. Sin contar las de sapos, culebras y pájaros atrapados por el vendaval. El nombre más citado en las crónicas era el de Yoros, un pueblito de Honduras donde el fenómeno se repite con frecuencia. Incluso Eduardo Galeano se hace eco de esa historia en ‘El siglo del viento’. Luego llegó a mis oídos la tragedia del buzo al que encontraron calcinado en medio de un incendio forestal. Supuestamente el avión que recogía agua del mar para echarla en el incendio habría absorbido al pobre hombre para lanzarlo al infierno. Sin embargo, Wikipedia habla de “una leyenda urbana” pues el mecanismo usado por el avión tendría una rejilla que impide el paso de objetos grandes .
Ya me había despreocupado del asunto cuando leí meses atrás que en una cancha de golf de California había caído de las nubes un pequeño tiburón leopardo aún con vida. Los empleados del club lograron salvarlo colocándole en un tanque de agua salada para devolverlo al mar. No un tiburón sino una vaca se precipita del cielo al comienzo de la película ‘Un cuento chino’ que estuviera recién en cartelera y en la que el argentino Ricardo Darín se luce como dueño de ferretería. Aquí la razón es clara pues la vaca se desliza del interior de un avión de carga, pero en los otros casos se ha aventurado desde la Antigüedad las más peregrinas teorías.
La explicación científica es bastante simple. No es que la larva incuba en las nubes, como quería el montubio de Palestina, sino que fenómenos naturales como las trombas marinas o los tifones generan un vacío y absorben con agua y todo a peces o sapos y los trasladan largos kilómetros antes de que caigan, muchas veces con vida, para asombro de los vecinos. Pero si usted quiere creer en milagros, recuerde que Yahvé enviaba maná del cielo al pueblo elegido. ¿Por qué no podría añadir algunos pececitos ?