Las últimas semanas se tornaron dramáticas para el Gobierno. Desde que advirtió lo que podía ocurrir comenzó a acumular errores sorprendentes en políticos tan sagaces, precisamente en asuntos electorales y de publicidad.
Uno de los errores más notables fue comparar lo que pasa en Ecuador con lo que ocurre en Venezuela. Claro que los dos países comparten el socialismo del siglo XXI, dependen los dos de la riqueza petrolera, forman parte de la Alba y tienen enemigos comunes: el libre mercado y el imperialismo norteamericano; pero Venezuela está en una crisis terminal, es un país al que se lo lleva el diablo.
Considerar a los adversarios políticos como enemigos, es error típico del populismo, pero Maduro ha llegado a extremos de paranoia. Comenzó con enunciados extravagantes, hasta jocosos pero terminó con veredictos siniestros.
El pajarito de Chávez y el Viceministerio de la suprema felicidad eran motivos de mofa universal, pero ahora se habla de “guerra económica por parte de la oligarquía parasitaria y el imperio estadounidense”, acusa de homicidio y terrorismo a sus opositores.
Habla de un complot internacional para inocularle veneno cuando se trata de una oposición silvestre que carece de unidad y estrategia. Nadie da las órdenes ni da los discursos, es simple indignación por el desabastecimiento, la inseguridad y la inflación.
Ya se sabe de qué lado está la violencia; el Régimen calificado por el periodista Bocaranda como Régimen forajido, tuvo que reconocer, por las investigaciones de un diario y porque nada ocurre ahora sin que alguien lo grabe, que los cuerpos policiales habían participado en los disparos y tuvo que ordenar la prisión de policías captados en videos y fotos.
Tan mal están las cosas en Venezuela que el ideólogo del socialismo del siglo XXI, Heinz Dieterich, propone una apuesta democrática de salvación nacional: “Deberían presentar un programa económico creíble, junto a Capriles y sus fuerzas, dejando a los radicales de lado… pues ambas fuerzas en Venezuela tienen el mismo poder hoy día”.
Para hacerlo viable se habla de un reacomodo dentro de la Revolución Bolivariana, probablemente con Diosdado Cabello porque Maduro ha demostrado que no tiene capacidad y mantiene paralizado al Gobierno. Una guerra secreta se libra al interior de los ministerios.
Los regímenes populistas no caen en las calles, pero se ahogan cuando les falta dinero. El Ministro más poderoso acaba de confesar en televisión: “Lo que estaba sucediendo antes es que veíamos cuántas divisas teníamos pero su utilización estaba sin una planificación, no quiero decir ni siquiera adecuada sino que no existía planificación”.
Después de 10 años de despilfarro, los mismos revolucionarios empiezan a pedir la lista de los que se beneficiaron con 30 000 millones de dólares de la Comisión de Administración de Divisas (Cadivi).