El pintor ecuatoriano Ramiro Jácome plasmó, en uno de sus cuadros, el famoso desfile del primer barril de petróleo, con el que el Ecuador se volvería rico y saldría del subdesarrollo. Allí presidía la comparsa Guillermo Rodríguez Lara, orondo y orgulloso, con el barril de marras.
El país saldría de la pobreza. Así pensaban entonces quienes hasta se bañaron con la sangre negra que brotaba de las entrañas de la tierra, aplaudiendo la nueva riqueza, la maná que llenaría de billetes los bolsillos de los ecuatorianos. Hasta se decía que el petróleo era bueno para la piel… sí… como mascarilla facial dicen que se usaba.
Ahora, con los anuncios del ITT, los supuestos hallazgos de más, muchísimas más, reservas; de más, muchísimos más barriles; más, muchísimo más, dinero; el desfile se reedita una y otra vez. Versión 2.0 del boom petrolero. Versión 2.0 de discursos nacionalistas. Versión 2.0 de demagogia.
Evidentemente, hay quienes han salido de la pobreza a costa del petróleo (incluso hay quienes ahora están siendo investigados por algunos negocios no muy claros venidos del oro negro). Evidentemente el petróleo ha sido riqueza para quienes se han llevado plata a manos llenas en el negocio de los miles de barriles, miles de contratos, miles de utilidades, miles de contratos de servicios petroleros, miles de comisiones e incluso, algunos papeles o cuentas en Panamá.
El anuncio, que parece un “remake” de los ofrecimientos de los tiempos del Bombita, llega multiplicado por mil (¿o era el uno por mil?): el ITT producirá miles de millones de barriles más, se explotarán 600 pozos hasta el 2015 –tal vez le toque un pozo a cada uno de los miembro de las familias tagaeri/taromenani que logre sobrevivir al embate territorial- y se utilizará la mejor tecnología y más nueva, la de “racimo”, que es casi tan vieja como la tos (o por lo menos se usa desde los años noventa y la sísmica tres D, desde los ochenta). La última noticia, publicada en este mismo diario, hablaba de tres plataformas de una hectárea cada una, es decir, tres hectáreas. ¡nada! ¡nadita!
El petróleo del ITT nos va a salvar, según nos dicen quienes han vendido la ilusión del desarrollo. Con ello se podrá gastar en campañas, se ofrecerán hospitales sin médicos y colegios sin profesores, puentes y autopistas y helipuertos y demás cosas que ahora son parte del buen pedir, perdón, del buen vivir.
Se ha vendido la ilusión del progreso con la misma convicción que en el 2007 se vendió todo lo contrario: el apego a los derechos de los pueblos indígenas aislados y de un nuevo modelo, respetuoso con la vida y la naturaleza. Un viejo trabajador petrolero, con la culpa como equipaje se preguntaba si había valido la pena tanto billete con una selva en la que se había derramado sangre. Ojalá no tengamos pronto la versión 2.0 de esa misma película.