La caída de las primeras paladas sobre los tres féretros produce un ruido sordo que se va apagando poco a poco. El olor a tierra húmeda es más fuerte a causa de las lloviznas impertinentes y el viento del mediodía del viernes 29 de junio, en pleno verano quiteño.
Ellos van quedándose atrapados por el silencio, en ese mundo donde la fe ha construido laboriosamente la idea de la vida eterna. De otro modo, la tarea de cargar a secas con su prematura ausencia sería muy dura, casi como tratar de entender el sentido de la muerte.
Los globos blancos con el mensaje #NosFaltan3 siguen perdiéndose poco a poco en el cielo mientras los familiares y amigos íntimos se entrelazan en los últimos abrazos de consuelo y resignación.
A quienes nos quedamos absortos entre el cielo y el suelo nos siguen resonando algunas frases de las canciones favoritas que minutos antes se dedicaron a los ausentes. Sobre todo, algunos de los versos del rap de Zenit y Frank T que tanto le gustaba a Javier: ‘La verdad no es absoluta, es conjunción. La verdad no es tener siempre la razón. La verdad es tener en la vida una misión. La verdad es tener claras las ideas frente a tanta confusión. La verdad la sabe solo el que sabe pedir perdón. La verdad la sabe solo el que la sabe separar de la ficción’. La verdad…
Los tres seguían buscándola como parte del trabajo periodístico de este Diario en la frontera norte. Los tres son parte de todos los equipos de periodistas que la han palpado para describirla desde hace muchos años.
Seguir buscándola es la misión que nos dejan a todos quienes queremos honrar su memoria. Debemos seguir haciendo nuestro trabajo y también debemos exigir que se sepa qué pasó antes y después de ese 26 de marzo. Y que no se olvide que ellos son las víctimas. Y que no se los revictimice por ejercer un oficio riesgoso y de tanta importancia para la libertad de información y la democracia.
Con su trabajo han ayudado a la sociedad ecuatoriana a terminar de quitarse las vendas. La codicia, el crimen y la violencia alrededor del negocio de la droga han terminado por penetrar profundamente en la supuesta isla de paz. Y lo han hecho sobre todo ahí donde no hay esperanza ni ley.
Horas antes, en la misa de honras fúnebres, monseñor Eugenio Arellano recordó con toda entereza que la paz no se puede conseguir solo con fusiles sino sobre todo con equidad, con oportunidades para emplearse, para curarse, para estudiar, para crecer.
Ahí queda sembrada la semilla de verdad para todo el que quiera verla y recogerla. Es tarea de todos, no solo de los periodistas que deben seguir haciendo honor al oficio.
El cielo se apacigua por un momento. Es hora de seguir lidiando con la realidad y de recomponerse para honrar el legado que ellos recibieron y ahora nos entregan.