Este 20 de enero se cumple el primer año en el poder del presidente norteamericano Donald Trump. Aunque su actuación a nivel externo no ha sido tan aparatosa como se preveía, los errores son mayores que sus aciertos.
Por ejemplo, la decisión de Trump de retirarse del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés) podría considerarse como uno de los primeros traspiés a nivel externo. No tanto por el efecto que pudo tener para los Estados Unidos en términos de comercio sino fundamentalmente en la pérdida de influencia en cerca de 11 países (800 millones de habitantes) que representan el 40% de la economía mundial y casi un tercio de todo el flujo del comercio internacional.
No obstante, este hecho fue capitalizado por China, país miembro del TPP. Su presidente, Xi Jinping, defendió a inicios de 2017 la pertinencia del TPP y luego, en el Foro de Davos, se proclamó como el gran defensor del libre comercio y la globalización.
La salida del TPP fue una de las promesas de campaña de Trump. Por ello, esta decisión, aunque implicaba un claro repliegue de EE.UU. en esta importantísima zona y hasta cierto punto una renuncia a mantener la hegemonía, respondió a motivaciones políticas: contentar a un sector del electorado que considera que los tratados de comercio son perjudiciales y afectan directamente al empleo. Y, como se pudo ver luego, también a caprichos de Trump (hacer exactamente lo contrario que Obama), desconocimiento e inexperiencia.
Da la impresión que esta lógica, contentar al electorado dejando de lado aspectos de orden estratégico, ha sido aplicada por Trump en asuntos externos como la salida de EE.UU. del Acuerdo de París, la postura frente a la OTAN, Irán, Corea del Norte, México, Cuba, América Latina y, recientemente, sobre Jerusalén. ¿Qué ha ganado EE.UU. de todo? Muy poco. Tal vez, gran notoriedad. Pero por hacer las cosas mal.
Hace pocas semanas el presidente norteamericano presentó la nueva Estrategia de Seguridad Nacional. Una estrategia que, sin lugar a dudas, será un puntal de la política exterior de los Estados Unidos.
Muy a tono con el estilo de Trump, esta estrategia tiene una vocación realista y centrada en intereses. Sin embargo, en lugar de ser una prolongación de lo que en el pasado sí funcionó, es una respuesta cargada de “hard power” y poco de “soft power” o “smart power”. No sé si es lo mejor que podría plantearse en este escenario de progresiva pérdida del liderazgo de los Estados Unidos en el mundo. Lo paradójico de esta estrategia es que, pese a reconocer el rol central del poder en la política internacional, Trump está haciendo todo lo contrario.
Mientras tanto, China y Rusia, considerados por Estados Unidos como poderes rivales, están ocupando ese espacio que Trump se esmera en dejarlo libre. Aspectos claves que hay que tenerlos en cuenta en el replanteamiento de la política exterior del Ecuador.