Se abre un nuevo año y no acaba de cerrarse la herida del maltrato físico y psicológico que sufren miles de mujeres (especialmente ellas) en nuestro país y en el mundo. La crónica roja no cesa y las mujeres maltratadas (en muchos casos, léase asesinadas) saltan a los medios cuando ya nada se puede hacer por evitarlo. Para cuando nos sirven la noticia, han atravesado un calvario. Es terrible que las estadísticas oculten a las personas. Personas que quisieron y se dejaron querer y que un día se vieron envueltas y presas de un amor enfermizo, cubierto por el disfraz de los celos, víctimas del insulto, la agresión y el asesinato. Ellas son algo más que números… Lo más duro es aceptar que muchas de estas mujeres no han sabido separarse a tiempo, quizá porque no han podido o, simplemente, no han querido tomar distancia de sus verdugos.
Seguramente, no siempre es fácil descubrir la estrategia del agresor. Porque este no es siempre violento. Las primeras manifestaciones de violencia están muy distanciadas de las siguientes. El agresor todavía pide perdón,… pero no hay enmienda. Después, comienza una espiral que acorta el tiempo entre las agresiones y limita la capacidad de comprender y recuperarse ante lo que está pasando. Es triste decirlo, pero en muchos casos la capacidad de decidir en libertad queda secuestrada.
Cuando la violencia entra en una casa se convierte en algo devastador. La sufren todos: la pareja, los familiares, los hijos (¡ay, los hijos de la violencia, traumados y hambrientos de amor para toda la vida!), como si se tratara de un cáncer que se va metastizando e invadiéndolo todo. ¿Lo peor? Lo peor es el miedo, callarse, someterse y entrar en el juego del que azota y humilla, del que se siente propietario.
Gran parte de las mujeres son asesinadas por sus exparejas, con las que ya no conviven, porque ellos sienten que han perdido el control sobre ellas, piensan que han perdido algo que era de su propiedad… Semejante sentimiento deja en evidencia una antropología arcaica.
Bueno será que el Gobierno, la sociedad y los medios, más allá de publicar cifras e imágenes, promuevan planes de formación, empleo digno, centros de acogida, apoyo legal y psicológico, sabiendo que lo más importante es prevenir y cuidar a las personas, a las víctimas de semejante dolor. Para ello, no hay nada más importante que la promoción de las personas y, más concretamente, de las mujeres, de sus derechos en todos los ámbitos de la vida. Con educación en igualdad desde la infancia, promoviendo su incorporación en el mercado laboral y en los puestos más importantes de la empresa, de la universidad, de la política,…
Ojalá que los medios, más allá de una imagen estereotipada de las mujeres, ofrezcan una imagen de fortaleza que las haga fuertes frente al machismo imperante, el maltrato
y cualquier tipo de discriminación.
Les deseo un feliz Año Nuevo, sin violencia de género, con paz y equidad.