Los“factores externos” se han vuelto la explicación clave de la compleja situación económica que vive el Ecuador. La crisis, en suma, no es fruto de la gestión del Gobierno sino de “factores externos”. Consiguientemente, el Gobierno sería irreprochable y trabajaría para frenar desgracias que el mundo externo impone.
Hace tiempos, en cambio, se mentaba que si otros andaban mal, Ecuador estaría bien gracias a sus políticas económicas. Estas, llamémoslas “factores internos”, tendrían más peso que cualquier factor externo. Aún más, ya avanzada la situación actual, el Gobierno pregonaba que el petróleo ya no pesaba tanto en la economía nacional.
Hace más de dos años en esta columna, indicábamos que la crisis económica ya era un hecho, que el precio de materias primas bajaría y afectarían al Ecuador y a la política de Papá Noel de una izquierda sin proyecto alternativo real. Pues China anunciaba que iba a reducir su crecimiento. Hace mucho también, numerosas voces de todas las tendencias insistían que no se podía seguir con políticas de gastos crecidos, que la bonanza no era eterna. Prever era, pues, indispensable, algo sensato.
Con simplismo se quiso ignorar el mercado internacional, al punto que se pretendía que casi por decreto el decisivo mercado para Ecuador -que es Europa o América del Norte- se reemplazaría por Irán o Bielorrusia, o que la integración con los vecinos era secundaria.
Cuando ya los hechos son imposibles de esconder y el Gobierno impone las mismas políticas que los demás, incluidas las neoliberales, el petróleo es parte del problema, como lo son también las limitaciones monetarias que impone la dolarización y la devaluación del dólar.
Frente a esto, consolidar el aparato productivo era indispensable; y cambiarlo con visión y previsión. Pero este proceso requería tiempo. Ahora, ante las urgencias, se quiere que los “factores” sociales funcionen como si fueran máquina y respondan automáticamente. Se requieren exportaciones y empresarios industriosos, pero los incentivos tardan a impactar, no solo por la inestabilidad de políticas y decisiones, sino porque los procesos sociales no son automáticos ni decretos burocráticos. Hasta las políticas anticíclicas positivas pierden sentido en este dedal de contradicciones.
Por eso, precisamente, había que prever, tener un proyecto en consecuencia. Una política apropiada prevé los hechos externos e internos, los tiempos de su aparición, considera a la realidad un hecho no una idea usada a gusto.
De modo que el argumento actual sobre los factores externos simplemente revela inconsistencia. En casos los factores externos explican todo, en otros no pesan, e inversamente de los factores internos.
Finalmente, llegamos al descubrimiento del agua tibia, a hacer lo mismo que los demás países. ¡Tanta expectativa creada sobre lo nuevo para aterrizar en lo viejo!