Jo Cox cometió un pecado mortal. La audacia de pensar en libertad y decirlo en voz alta le costó la vida. En Gran Bretaña se celebran elecciones para determinar la salida o continuación en el proyecto integracionista de la Unión Europea.
Es un tema polémico. Los debates de la moneda común, la posibilidad de pagar la factura de los desórdenes de los países con menor grado de desarrollo o aquellos arrastrados por la crisis económica, como las recientes de Grecia o, antes ,España, resienten a varios británicos amigos de seguir viviendo en una isla.
Así fue, se formó, se forjó y salió adelante entre luchas sangrientas y relaciones complicadas con vecinos del archipiélago donde el poder, la dominación y hasta al religión marcaron la historia.
El 23 de junio, los británicos decidirán en las urnas si siguen o no en la Unión Europea( Brexit), con todas las implicaciones políticas y económicas que ello acarrea.
Jo Cox, diputada laborista de un suburbio de trabajadores y graduada en Cambridge, se disponía a una reunión en la biblioteca Birstell con sus mandantes. En la puerta, un fanático -cuyo equilibrio mental se estudia-, le emprendió a puñaladas y la pateó en el suelo. Un valiente transeúnte se interpuso, fue herido también.
Fazila, su asistente musulmana que lleva un velo puesto, le pidió que se incorpore. ‘No puedo, me duele demasiado’ dijo Jo. Ella iba a cumplir el miércoles 42 años. Jo nos duele demasiado, su lucha por la libertad de las ideas y la justicia social es la de los libres de mundo.
El fanático gritó Britain first, el nombre de un partido extremo derechista que se adelantó a desligar de contacto alguno con el brutal asesino. La casa de Thomas Mair está plagada de literatura nazi.
La casa de Jo Cox, un barco atracado a orillas del río Támesis junto al puente de la Torre de Londres, todo un símbolo de la ciudad, tiene una alfombra de flores.
Su sangre llega al río, es el precio de la libertad. Los pequeños hijos de Jo nunca tendrán suficientes explicaciones. Jo nos duele a todos.