Hace cerca de un año escribí aquí que en la segunda mitad del siglo XX, huyendo de la pobreza, caos político y sanguinarias dictaduras, se inició una aluvional migración de musulmanes hacia los países europeos, estimulada además por los beneficios de la seguridad social que ellos ofrecen a todos sus habitantes.
El investigador islámico egipcio Ali Abd al-Aal, en una entrevista televisual el 12 de octubre del 2012 en la cadena “Mayadeen TV” de Líbano, afirmó que el 80% de los musulmanes en los países de la Unión Europea vive de la seguridad social estatal.
Varios sectores de opinión se opusieron a la apertura migratoria hacia los islámicos, quienes tienden a formar guetos en las zonas periféricas de las ciudades europeas, donde difunden su religión y sus costumbres y cuyas mezquitas convocan grandes congregaciones en las que con frecuencia se emiten mensajes antioccidentales. Sus pobladores consideran que su lealtad con el Islam es más importante que su lealtad con el país que los acoge.
Hoy viven en Europa occidental 54 millones de musulmanes.
Los líderes de la derecha radical consideran que la masiva inmigración musulmana a sus países constituye una amenaza para la seguridad europea. Sostienen que el islamismo, antes que una religión, es una ideología política con designios de dominio universal, que pretende la islamización de Europa —islamización desde abajo: desde la base social— por la vía de una inmigración “colonizadora”. Recuerdan las palabras de Gadafi —el sanguinario y corrupto tirano de Libia—: “Hay signos de que Alá otorgará una gran victoria al Islam en Europa sin espadas, sin armas, sin conquistas”.
Pero la hostilidad hacia los musulmanes no solamente viene de los xenófobos tradicionales sino también de otros sectores que temen la islamización de Europa. Incluso el presidente Putin, en su discurso al parlamento en el 2013, se refirió a las tensiones que causaban las minorías islámicas y dijo: “¡En Rusia vivid como rusos! Cualquier minoría, de cualquier lugar, que quiera vivir en Rusia, trabajar y comer en Rusia, debe hablar ruso y debe respetar las leyes rusas. Si ellos prefieren la ley sharia y vivir una vida de musulmanes les aconsejamos que se vayan a aquellos lugares donde esa sea la ley del Estado”. Y agregó: “no toleraremos faltas de repeto hacia nuestra cultura rusa”. Los parlamentarios le respondieron con una larga ovación.
Con el acto terrorista de París la fobia contra el islamismo —que forma parte del choque de civilizaciones— se ha extendido. En lo que fue la mayor movilización de masas, 1,6 millones de personas —encabezada por el presidente francés y los jefes de Estado y de gobierno, ministros y líderes políticos de 50 países— desbordaron las calles parisinas hace dos semanas para condenar el crimen y defender el laicismo francés. Nunca se había visto allí nada parecido.