La Unión Europea (UE) vive un cuestionamiento de fondo a través del referendo británico que lleva a Gran Bretaña a salir de la UE. Los conservadoras promotores de la salida condenan un exceso de reglamentaciones que limitaría las opciones económicas de los Estados. Los dirigentes de la UE consideran, en cambio, que sin políticas económicas compartidas y sin limitaciones a excesivos presupuestos deficitarios no se lograría la unión de Estados, se tendría economías inviables, con inflación y pérdida de recursos para los gastos sociales.
Atrás están los avatares de la mundialización. Visibles también en las diferencias ante la migración que favorecen desintegradores chauvinismos nacionalistas y revelan limitaciones socioeconómicas. Las polarizaciones económicas, sociales y políticas europeas hacen de la UE un chivo expiatorio fácil. Europa está ante la oportunidad de redefinir el proceso de unión revisando su funcionamiento o estructura y políticas económicas sin las cuales pueden incrementarse las fracturas.
Sin embargo, no es necesariamente el cálculo circunstancial inglés que favorece la unión. Ceder para unirse es la condición mínima o indispensable. También se requiere flexibilidad para abordar los conflictos inevitables en una federación y claridad en los roles de los niveles de gobierno. Pues, cuando hay vacas flacas los localismos y los chauvinismos favorecen los populismos que con chivos expiatorios simplistas pueden deshacer la unión.
Los escoceses y los irlandeses buscarían permanecer en la UE a detrimento de Gran Bretaña, la salida podría ser solo de los ingleses, lo que no es necesariamente negativo para la UE. Los ingleses al salirse de la UE son consecuentes con su siempre parcial adhesión a la UE. En una integración no cabe estar a medias tintas, salvo en un proceso temporal para llegar a la unión. Los constantes cálculos circunstanciales ingleses no ayudaban al conjunto y pretendían saber lo que convenía. No adhirieron a procesos decisivos para la unión: el tratado de Schengen para la libre circulación entre los países miembros, ni a la moneda única con el euro. En política exterior vetaban posiciones diferentes de las suyas que son las mismas de los EEUU. Limitaban así el contrapeso que en ciertos aspectos podía jugar Europa ente los EEUU.
América Latina debería sacar lecciones de la UE para reforzar una integración que no puede ser el voluntarioso discursivo de esta década, que adolecía de la dogmática pretensión de hacer Unasur de un solo color y no un sistema con más acuerdos entre las partes. La unión no puede hacerse en detrimento de unos ni ser la imposición de algunos. Exige procesos pragmáticos y que ven el largo plazo para integrar países de dimensiones y condiciones muy disimiles. Por ello, destruir la Comunidad Andina es irresponsabilidad.