El país afronta una etapa clave del proceso electoral de febrero de 2017 en medio de una marcada confusión y con millones de indecisos.
Un primer factor que cabe señalar es que los actores políticos de la oposición han visto por primera vez una posibilidad cierta de acceder al poder, como no sucedió en las dos últimas contiendas donde el candidato oficial marchó sólido a la reelección.
Ese escenario ya no existe más. Por eso es la certeza o la esperanza con indicios pone a los actores en condiciones de afrontar las elecciones con un horizonte diferente.
Una suerte de ansiedad ciudadana por un cambio presiona a las fuerzas políticas y a los candidatos a hacer alianzas certeras.
En el largo año previo a las elecciones se han visto esfuerzos denodados por formar frentes o forjar alianzas. Cada partido y movimiento responde a la diversidad ideológica y política que siempre caracterizó a la vida nacional y aflora con más fuerza una vez que el factor de desgaste del sistema de partidos que dominó hasta hace más de una década, desaparece de escena y el proyecto sustitutivo fracasó en la creación de un modelo distinto, donde la proclamada de participación ciudadana y democrática sucumbió a una estructura vertical y excluyente con concentración total del poder.
La gente pide alianzas pero critica los acuerdos entre distintos. A tal punto que la candidatura que giraba en torno a la figura de Guillermo Lasso abrió el espectro y ahora esa alianza muestra una baraja abierta de difícil gobernabilidad si accede al poder.
Lo propio se podría decir del Acuerdo Nacional por el Cambio, la partida de nacimiento de izquierda tuvo como padrinos a los sectores más radicales y aun a dirigentes que colaboraron en altas esferas del gobierno de Alianza País. La resucitada Izquierda Democrática, con sus credenciales desempolvadas luego de que varios cuadros estuvieron con el Gobierno, centra la candidatura de Paco Moncayo pero la alianza con Centro Democrático, de Jimmy Jairala cercano al Régimen, desconcierta.
Bueno, si el mapa es confuso en las dos tendencias comentadas lo es mucho más en la Unidad que parece firmar su carta de defunción, no solamente por los tempranos abandonos de Suma y Juntos Podemos, ahora bajo la égida de Lasso, sino por las evidentes molestias de algunos militantes del Partido Socialcristiano y una estrategia de su líder Jaime Nebot que parece fallida.
Problema a la vista entre Cynthia Viteri y Ramiro González.
Pero a esa confusión no escapa Lenin Moreno. Cobijado sin respiro por la carpa verde flex, lo que da un piso envidiable de apoyos también puede suponer un techo, anclaje que le impida crecer. Ni un milímetro de desvío en el camino de la revolución, advirtió el líder, Rafael Correa. Lenin está condenado a militar sin mayor respiro ni libertad, acaso solo para cambiar estilo.
La clave de la confusión parece decantarse en el único factor en que todas las encuestas concuerdan: Los indecisos son más, muchísimos más que nunca jamás.