Cae el Imperio desde hace décadas en que los regímenes coloniales fueron depuestos y de la estrepitosa caída de las barreras soviéticas que favoreció la expansión y globalización de los intercambios económicos y culturales. Aparece una nueva lógica y estructura de las reglas de juego, nueva forma de soberanía. Desde la libre economía el fenómeno es celebrado porque se piensa que en estos años se ha liberado de los controles políticos de antaño y de las restricciones y distorsiones que estas fuerzas políticas imponían; muchos lamentamos el cierre de los canales institucionales a través de los cuales trabajadores y ciudadanos podían enfrentarse a la fría lógica del lucro capitalista. Estamos a merced de estos flujos, el Estado-nación no juega papel alguno, aunque la idea de soberanía no ha declinado sino que se ha convertido, según Michael Hardt y Antonio Negri, en lo que ellos llaman el Imperio.
El Imperio incorpora al globo con sus tentáculos expansivos y sus abiertas fronteras, maneja identidades híbridas, jerarquías flexibles e intercambios plurales modulados a través de redes de comando. Lo que los citados autores llaman el arco iris global imperial no descansa precisamente en un imperio con nombre: los Estados Unidos de Norteamérica, sino, arguyen, ninguna nación es o puede ser el centro de este proyecto, aunque USA sea un agente privilegiado. Imperio, no Imperialismo, se convierte más bien en un concepto, un espacio de fronteras libres, un orden que suspende la historia y crea un Estado pensado en eternizarse, no transitorio, que regula todos los actos sociales. El Imperio no solo maneja territorios y poblaciones sino que crea el mismo mundo que habita; regula las interacciones humanas y busca imponerse sobre la misma naturaleza humana, una especie de biopoder que a diferencia de la sucesión de fuerzas imperialistas logradas antaño en base a derramamientos de sangre, es dedicada maniqueamente a la paz perpetua, a la paz universal concebida fuera de la misma historia.
La idea de los autores hace ya una década, era revertir el poder del Imperio, inventar nuevas formas de democracia más allá de las poderosas lecciones que la región euroamericana ejercieron, que actuaran las multitudes no importaba desde donde, a través de resistencias masivas. Nunca se imaginaron que efectivamente esto empezaría a suceder; un caso son los ‘indignados’, jóvenes sin futuro laboral que contaminan a muchos otros grupos que han perdido la confianza en los payasos políticos. La contribución que en Imperio hacen Hardt y Negri, de un marco general teórico y unas herramientas de conceptos para seguir teorizando y actuando contra el Imperio, sigue vigente. Es fundamental su relectura .