Patrocinada en Quito por la ‘Casa de Cuenca’, fue de altos quilates la reunión cultural, celebrada el jueves recién pasado, para presentar el último libro del director de la Academia Nacional de Historia, Dr. Juan Cordero Íñiguez, tanto por las características y fina calidad de la lujosa edición (un libro de 240 páginas en gran formato, 35 x 35 cm, pasta en cartoné, sobrecubierta, solapas y láminas a todo color); como por el ennoblecedor título, “Signos de la identidad cuencana” y, en especial, por la autoridad y valía del polígrafo Dr. Cordero, autor de la exégesis historiográfica, crítica y literaria de la ‘Atenas del Ecuador’, y del artista Arq. Marco Martínez Espinoza, cuyas ilustraciones recrean cielo, paisaje y cromática de Santa Ana de los Cuatro Ríos de Cuenca, también reconocida Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco.
Entre los varios discursos, cálidamente aplaudidos por la numerosa concurrencia, debo destacar el pronunciado por el prologuista, P. Agustín Moreno, franciscano, secretario de la ANH y autor de importantes libros de investigación, particularmente de la celebrada biografía de fray Jodoco Ricke. El padre Moreno, a sus afamadas condiciones de elocuente orador sagrado, firme en la defensa de verdades eternas, doctrina de la Iglesia y moral, une su erudición en ciencias humanas, su simpatía personal y, además, su fino sentido del humor, según se advirtió, por ejemplo, al recordar anécdotas vinculadas con la historia y la política, implacable con quienes inventan episodios creyendo que el historiador es novelista.
Otro discurso aleccionador y bien dicho, verdadera reflexión filosófico-sociológica, fue el del Dr. Gustavo Vega Delgado, de tan óptimos frutos como orientador nacional de la educación universitaria y el progreso científico. Esperamos su publicación para releerlo y repensar sus profundos y experimentados criterios.
El libro de Cordero se compone de ocho capítulos, una introducción y un anexo final, comenzando por el estudio de la cautivadora geografía azuaya que, desde los orígenes, influyó tan especialmente en el modo de ser de su gente, hombres y mujeres, y de cuantos arribaron para afincarse en sus tierras cañaris, incas y españolas, triple raíz de incesante mestizaje con sobresalientes caracteres: inteligencia, sentido de lo trascendente, sensibilidad ante la belleza; aptitud para las artes (poesía y música, orfebrería, pintura, escultura, artesanías); constancia en el trabajo, valentía para defender sus valores, rebeldía ante al desaliento, habilidad para las transacciones comerciales y la mediación; influencia en la ecuatorianidad.
Cuenca puede ufanarse de haber aportado figuras admirables a la historia patria, íconos verdaderos que podemos contar por centenares (Juan enumera 100) de los que bien podemos sentirnos orgullosos: Arízagas, Calderón, Corderos, Córdovas, Crespos, Dávilas, Sto. Hno. Miguel, los Malo, los Toral, Vásquez, Vegas y un largo etc.