Hugo Burel
El País, Uruguay, GDA
Uno de los conceptos más inquietantes de la filosofía de Nietszche es el del eterno retorno, idea que tomó de los filósofos griegos y que, expresada de manera breve, consiste en aceptar que todos los acontecimientos del mundo, todas las situaciones pasadas, presentes y futuras se repetirán eternamente.
Según esta tesis, todo sucederá un número infinito de veces. Las personas que conocemos volverán a estar presentes; pero también el resto de los seres (animales, plantas, y hasta objetos inertes). Por supuesto que volverán las mismas cosas con las mismas propiedades, en las mismas circunstancias y comportándose de la misma forma. No es este espacio suficiente para abundar más en esta idea que Borges rebatió. Pero lo esencial de ella es que todo se ha de repetir infinitas veces y en eso radica la eternidad del tiempo.
Lo previo puede aplicarse, simplificado al extremo, al sonado caso de Luis Suárez, que el pasado lunes tuvo una especie de culminación con los 14 minutos que el futbolista jugó en el Barcelona en un partido amistoso. Si bien la suspensión de jugar todavía rige para los partidos oficiales y los de la Selección aún están pendientes de cumplimiento, el proceso que se inició durante el Mundial tuvo la resonancia de una gesta patriótica con apoyos masivos al infractor, repudios a la FIFA, esperas dramáticas por fallos, defensas legales fallidas, rectificación del jugador en sus declaraciones y hasta palabras insultantes por parte de nuestro presidente que poco ayudaron a Suárez. No obstante, y retomando a Nietszche, el devenir de los hechos fue: mordida, sanción, retorno , parece ser el sino Suárez, como si el suyo fuera el destino de un héroe trágico.
Después de todo lo sucedido con este último episodio, que se suma a los anteriores ya sancionados, ¿tiene chance Luis Suárez de recaer en el hábito de morder a un rival? Y esto lo digo sin ánimo de ser agorero y anticipar lo que no sé si habrá de suceder. Pero de todo lo que por aquí se ha declarado, comentado, analizado y especulado sobre el hecho que originó la sanción, casi nada refirió a la cuestión de fondo: la incontenible necesidad o compulsión del delantero a agredir con sus dientes a un adversario durante el juego. Ese es el núcleo del problema. Yo imagino que profesionales del Barcelona, actual dueño de su millonario pase, habrán tomado recaudos al respecto.
El fútbol de la alta competencia y el superprofesionalismo, es un espacio implacable y despiadado porque hay mucho dinero en disputa. Son muchos los intereses que pesan en ese escenario controlado por la multinacional de cuatro letras y los millonarios inversores que cotizan en los clubes de la élite. No la tendrá fácil Suárez en juegos por cosas importantes. Los rivales lo van a provocar cada vez que puedan, para presionar su punto débil. El asunto no dependerá ya de sus piernas sino de su cabeza.
Desde ahora, el partido más difícil que jugará Suárez es contra él mismo. ¿Podrá resistir el asedio de sus adversarios y de su prontuario? ¿Será capaz de romper el eterno retorno de su necesidad de morder?