La huelga de hambre es un último recurso poderosísimo. En España, por ejemplo, es posible que un juez ordene la alimentación forzada; pero esta medida es tremendamente polémica y cuando esta finalmente se da ya se ha causado una conmoción social importante. Pero generalmente, cuando no hay una voluntad política de ceder ante las demandas, la muerte de los huelguistas es un precio que se acepta pagar.
Pero si a los europeos les pone en jaque –aunque limitadamente– una de estas huelgas, al Gobierno chino en cambio no le quita ni un microsegundo de sueño.
Cuando todo está perdido, cuando todos los cauces legales se agotan, la filosofía estoica aporta dos últimos recursos, fuera del sistema. La huelga de hambre tiene sus límites ante regímenes inmisericordes, pero el otro recurso –si se lo aplica con total rigor– es mortífero e infalible: la desobediencia civil.
El concepto fue empleado inicialmente por Henry David Thoreau, en el libro “Resistencia al gobierno civil”. La idea de base es simple: un ciudadano es moralmente responsable si apoya a un tirano o a una decisión tiránica, aunque este apoyo sea requerido por ley. La solución es no seguir la ley y aguantar las consecuencias que acarrea esta desobediencia.
Mahatma Gandhi luego desarrolló el concepto en su doctrina “Satyagraha” de desobediencia y resistencia sistemática que logró la independencia de los británicos.
Es el concepto de moda. El President de Cataluña, Artur Mas, firmó el sábado un decreto para una consulta sobre la independencia para el 9 de noviembre. Durante años diversas instituciones estatales habían advertido a Cataluña de la ilegalidad de la consulta, pero a sabiendas de esto el Gobierno catalán la convocó. Esta semana el Tribunal Constitucional suspendió la consulta. Pero Mas no ha retrocedido, ha declarado que espera que el TC retire la suspensión y que todavía “no se encuentra en ese punto (de la desobediencia civil)”. ¿Qué ocurrirá si el día se acerca y no se levanta la suspensión? ¿Se llegará al temido punto? ¿Abrirán las urnas y se votará en un referéndum prohibido? Sobre todo, si –a pesar de la ilegalidad– el pueblo catalán se pronuncia por la independencia, ¿continuará España negándosela?
Hong Kong ha entrado en un estado sin precedentes de desobediencia civil masiva. Frente a un mar de personas que rechazan pacíficamente las normas antidemocráticas de Pekín, armados únicamente con paraguas para protegerse de los antidisturbios, ¿tendrá el Gobierno chino el tesón para encerrarlos a todos? En un territorio tan observado internacionalmente como HK, ¿se arriesgarían a otro Tiananmen?
Por su enorme poder, la desobediencia civil ha sido promovida por intelectuales como Noam Chomsky. Hoy hay dos pesos pesados potencialmente enfrentados a ese maremoto.