Medio mundo árabe anda a la greña. ¿Por qué no ha habido revoluciones en Estados Unidos? Porque no han sido necesarias. Porque la sociedad creó y ha mantenido unas porosas instituciones capaces de asimilar los cambios sin violencia. Es realmente prodigioso (y admirable) que el mismo Estado que en 1789 eligió a George Washington como su primer presidente, un agrimensor convertido en militar triunfante y luego en rico hacendado esclavista, hoy sea dirigido por Barack Obama, un abogado mestizo de clase media, hijo de un africano y de una norteamericana blanca carente de la menor relevancia social o económica.
Y lo que es verdad en el terreno político y social tiene su equivalencia en el campo económico. El mercado abierto y la meritocracia hicieron posible que una República en la que el poder económico estaba en las manos de una pequeña minoría de plantadores y comerciantes con fuertes lazos con las autoridades coloniales británicas, se transformara pacíficamente en un enorme tejido empresarial, integrado por centenares de miles de compañías, en el que constantemente surgen y desaparecen agentes económicos que innovan y cambian la realidad.
Ese elástico “modelo americano”, integrado por un Estado definido como democracia liberal y un sistema económico regido por el mercado y la existencia de propiedad privada, acabó siendo el paradigma por el que, paulatinamente, se fueron inclinando las otras naciones punteras del planeta, hasta que, a principios de los noventa del siglo pasado, tras el hundimiento de la opción marxista-leninista, Francis Fukuyama, advirtió, con una frase generalmente incomprendida, la llegada “al fin de la historia”.
Fukuyama no quería decir que no ocurrirían hechos dramáticos o contramarchas, o que nunca más un sujeto terco podría insistir en revivir el comunismo o cualquier otra variante fracasada de colectivismo estatista, sino que parecía evidente que los beneficios se lograban en la democracia liberal.
¿Entenderán esta lección las naciones que abandonan las autocracias árabes de derecha e izquierda? No lo sabemos, porque es muy difícil predecir un futuro incubado en confusos motines callejeros, pero hay precedentes alentadores: Taiwán y Corea del Sur evolucionaron triunfalmente en esa dirección después de padecer gobiernos de mano dura. Casi todos los ex satélites europeos de la URSS, alentados por la UE, asumieron la democracia liberal y el mercado tras el fin de la etapa comunista y, fundamentalmente, acertaron con la decisión.
¿Qué harán países como Egipto, Libia o Túnez? ¿Insistir en el desastroso modelo del socialismo árabe militarista inaugurado por Nasser en 1954 que ahora ha entrado en crisis? ¿Erigir una teocracia fundamentalista como la iraní? Lo inteligente sería que imitaran a las sociedades más ricas y felices del planeta.