La situación política y social que vive el Ecuador después del 2 de abril último, bien puede asemejarse al relato bíblico de David y Goliat, donde dos hombres de tamaños diferentes se enfrentan en una lid, uno un guerrero gigante, armado con escudo, espada y jabalina y otro muy joven y pequeño provisto nada más de 5 piedras y una bolsa.
Al igual que en la narración previa en la contienda electoral pasada, la competencia se dio entre fuerzas desiguales, los recursos a favor del candidato de Alianza País fueron indiscutiblemente mayores frente a los utilizados por el candidato de Creo, veamos: alineación del CNE; disponibilidad de los medios incautados; elocuentes intervenciones de los miembros del buró político; promoción e inauguración de obras públicas, disponibilidad de funcionarios públicos; utilización de la infraestructura administrativa oficial; desembolso de recursos a las provincias de Manabí y Esmeraldas; intervención en los poderes del estado e instituciones de control; onerosos ofrecimientos de campaña, etc. etc.
Lasso por su parte recurrió a su familia, a sus amigos y entiendo a recursos propios, para financiar los gastos que supone una campaña electoral larga, y despejar dudas sobre su participación en el feriado bancario y supuestas inversiones internacionales, debió luchar contra un aparato estatal estructurado y organizado, cuya meta era continuar en el poder. Pero no solo eso, debió afrontar también la separación de compañeros con afinidad ideológica, como el PSC que presentó candidato propio en la búsqueda presidencial y resistir a la arremetida política por el estigma de banquero, conservador y empresario exitoso.
Luego de quedar segundo en los comicios de febrero y pasar a la segunda vuelta, el respaldo de las otras tiendas políticas fue menos que tibio, el PSC lo apoyaba pero sin involucrarse en nada, los indígenas votarían por el menos malo y la izquierda democrática se lavaba las manos diplomáticamente. No aparecieron tampoco el gremio de los banqueros a los cuales se pertenece, ni las cámaras de las cuales es parte como empresario.
Tras los resultados oficiales e “irreversibles” entregados por el CNE, el único que acompaña a Lasso es el pueblo que se manifiesta en las calles y que más allá de respaldarlo lo que pide es respeto, transparencia, libertad y cambio en el modelo de gobierno, derechos universales concebidos históricamente para el logro del máximo objetivo de los seres humanos el de bienestar.
Si se impone la fuerza, Lasso debe sentirse victorioso, no solo porque ha merecido el respaldo del 50% de los ecuatorianos deliberantes, comprometidos con la patria, sino porque ha ganado una batalla en medio de la hostilidad y la agresión, porque ha mostrado fortaleza frente al grande y ha recobrado el coraje de los ecuatorianos. El éxito finalmente no se mide por un triunfo electoral, se mide por la trayectoria de vida que hagamos.