La situación económica en Estados Unidos y Europa es notablemente preocupante con claros signos de recesión profunda en el horizonte cercano. Solo como ejemplo, la deuda privada española es tres veces superior al Producto Interno Bruto (PIB) nacional y la pública es el 60% del mismo.
En concreto: España está en bancarrota y ahí viven millones de latinoamericanos que fueron a comienzos de siglo atraídos por el desarrollo en la construcción y en otros rubros económicos. Ahora deberán retornar por miles a corto plazo y al tiempo de significar un reto implica una gran oportunidad de generar con los recursos de las materias primas locales un gran desarrollo no solo a nivel nacional sino incluso global.
Los países del G-20 ahora piden que cooperemos para salvarlos amenazando con el argumento de que el tamaño de la crisis es tan grande que nadie estará aislado de sus efectos. Eso en cierta forma es correcto, pero es evidente también que América Latina está hoy en una excelente oportunidad para generar nuevas maneras de construcción de desarrollo como jamás habíamos tenido ocasión cercana.
Para eso debemos cambiar la política que finalmente es la que determina que las oportunidades se aprovechen o desperdicien.
Aprovechar la experiencia de los expatriados que retornan es fundamental.
Ortega y Gasset quien también había sufrido los efectos del exilio afirmaba claramente que “los españoles transplantados: mejoran”.
Los millones de retornados de Europa y Estados Unidos pueden aportar muchísimo si existe una política orientada a hacerlo pero podrían terminar decepcionados si encuentran las cosas igual que cuando partieron.
Es el tiempo de los estadistas, de los anagogos (los que elevan a los pueblos) no de los demagogos (los que los hunden con mentiras).
Es el momento de la construcción de consensos que eleven los niveles de confianza internos y atraigan capitales, conocimientos, las inversiones y a las empresas que ahora más que nunca están dispuestos a buscar nuevos refugios para un capital tan inestable en las otrora naciones ricas y prósperas.
No podremos aprovechar estas oportunidades si por el contrario los revanchismos, persecuciones, manipulación de la justicia, actitudes autoritarias y vengativas dominan las decisiones de los gobiernos.
Es el tiempo de la madurez, del compromiso y de la responsabilidad.
No solo nos miran de forma diferente desde afuera sino algo más importante: debemos sentir que estamos haciendo las cosas de forma distinta para convertir estos tiempos de incertidumbres y de dudas a nivel mundial en espacios de oportunidades y desarrollo.