El campo internacional se ha convertido en el talón de Aquiles del régimen correísta. Hay asuntos sobre los cuales ni la más desbocada publicidad tiene posibilidades de incidencia. Menos aún si esta se basa en fórmulas rudimentarias, tal como ocurre con la comunicación oficial. La manipulación mediática a través de mensajes viscerales y primarios puede surtir –todavía– algún efecto a nivel local; pero difícilmente sirve para un público externo.
Además de infructuoso, el ataque a los periódicos Le Monde, The Guardian y The Economist aparece como un acto de incoherencia. Todo el mundo sabe que fueron precisamente dos de esos medios los que difundieron a nivel mundial los célebres wikileaks de Julián Asange. Dicho de otro modo, son la causa propiciatoria de la decisión del Gobierno ecuatoriano de mantener al ‘hacker’ asilado en nuestra embajada en Londres.
¿Cómo así son hoy acusados de tergiversar la información?
La arbitrariedad y el relativismo informativos que pretende imponer el correísmo solo alcanzan para un reducido consumo interno. Puertas afuera, la represión a los sectores populares y la violación a los derechos humanos, tal como ocurrió en las movilizaciones de agosto, son temas demasiado sensibles como para que la opinión pública internacional los pase por alto. Sobre todo cuando van respaldados por una abundante evidencia periodística.
Lo que el Régimen no calculó es que los millones de lectores de esos tres periódicos mantienen una adhesión que nace de una antigua y bien ganada credibilidad. Y no solo en sus países de origen, sino en el contexto global. Es imposible que esa gente se trague el argumento, intelectualmente pobre, de que dichos medios forman parte de una conspiración mundial para desacreditar a nuestro Gobierno.
Al contrario, gran parte de esos lectores, que más bien están ubicados a la izquierda del espectro ideológico, empezarán a formularse preguntas y cuestionamientos sobre lo que realmente sucede en el Ecuador. Es el mito izquierdista, más que la imagen, lo que le preocupa al correísmo.
Con el tema del informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, a propósito de los estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa, puede suceder algo parecido. ¿Qué hará nuestra errática diplomacia verde flex? Si respalda dicho informe estaría reconociendo, aunque sea de manera indirecta, la pertinencia de la CIDH para hacer justicia. ¿Significa eso que aceptará también aquellos informes incómodos? ¿Aplicará una valoración a la carta ahora que tiene cuentas pendientes por violación de derechos humanos?
En caso de no aceptar el mencionado informe, el Gobierno ecuatoriano se estaría alineando con el ala más violenta y criminal de la política mexicana. Es decir, con quienes parecen estar detrás de la masacre.
Columnista invitado