La democracia está en crisis y no hay a la vista soluciones. Muchos se preguntan si pueden subsistir los estados nacionales como los conocemos desde hace 400 años o ya están caducos; incapaces de aportar soluciones, son la fuente de muchos problemas.
Las enfermedades, la economía, la tecnología son globales pero los estados-nación están encerrados en sus límites. Los gobernantes funcionan como reyes dentro de sus fronteras hasta en los países más democráticos, no se ponen de acuerdo en nada, rivalizan por ser el número uno, cobran impuestos y malgastan recursos, ponen las ideologías por encima de los intereses ciudadanos y convierten en burócratas a sus partidarios. El Estado es una abstracción que sirve para convocarnos a las urnas y gobernar luego, los elegidos, sin nosotros o contra nosotros.
Una de las propuestas para resolver los problemas de la democracia es dejar de hablar de estados nacionales y empezar a hablar de ciudades. Las ciudades son más antiguas que los Estados. En la ciudad nacieron la civilización y la cultura y en los espacios urbanos se inventó la democracia. La ciudad no es una abstracción; es el lugar donde hemos nacido, donde nos educamos, trabajamos, jugamos, envejecemos y morimos. La ciudad es nuestra casa y los alcaldes nuestros vecinos.
Los alcaldes no son ideólogos, son personas prácticas, expertas en resolver problemas. No tienen rivalidades, se ponen de acuerdo sin dificultad y han logrado crear organismos internacionales para afrontar problemas comunes como la contaminación, las migraciones o la movilidad.
Cuando se trata de resolver la cuestión de los desechos urbanos, no importa si los alcaldes son de izquierda, de derecha o anarquistas; importa si lograron resolver un problema.
Algunos alcaldes se han hecho famosos, no por su oratoria o su ideología sino porque encontraron respuestas nuevas para viejos problemas. En Bogotá ,Antanas Mockus tuvo la idea de hacer funcionar el transporte urbano en la superficie como funciona bajo tierra, en carriles exclusivos. Bloomberg, de Nueva York, era demócrata, luego republicano y finalmente independiente. Dijo que para resolver problemas la etiqueta política es un estorbo. Son conocidos alcaldes que van en bicicleta a su oficina o acuden a sacar gente de un edificio en llamas.
El mensaje es que ha llegado la hora de que gobiernen los alcaldes, de que eliminemos las fronteras creando “ciudadanos sin fronteras” como “médicos sin fronteras”; Ciudades Unidas en lugar de Naciones Unidas y un parlamento global de alcaldes como están pensando Seúl, Hamburgo, Nueva York yÁmsterdam. La idea no es mía, solo he tratado de relatar la propuesta de Benjamin Barber, que se puede ver en el libro ‘If Majors Ruled the World’ y en la conferencia Por qué los alcaldes deberían gobernar el mundo, de TED International.