Colombia, parecía un cumpleaños. “¡Felicitaciones!” se decía la gente, y se abrazaba. “¡Faltan 20 minutos!” se apuraba la oficinista rumbo a la Plaza de Bolívar, en el corazón de Bogotá. Y todo el mundo sabía de qué hablaba, y se apuraba igual. Gentes que no se conocían se hacían guiños de complicidad.
Desde las 17:00 de la tarde del lunes 26, en la plaza se retransmitió lo que ocurría también al aire libre 664 kilómetros al norte, en Cartagena de Indias, con 15 presidentes, 27 cancilleres y tres expresidentes como testigos, además del secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon. Era la firma de la paz entre el gobierno y la guerrilla comunista de las FARC, que puede partir en dos la vida de los colombianos nacidos desde antes que este grupo armado comenzase a combatir hace 52 años.
Una paz que tendrá su primera gran prueba el domingo 2 de octubre, cuando los colombianos deberán refrendar el acuerdo en un plebiscito.
La ceremonia comenzó con un minuto de silencio, en honor a todos los colombianos muertos y desaparecidos el último medio siglo, al tiempo que se izaban decenas de banderas blancas. Siguió una canción a capella de cantaoras tradicionales de Bojayá, un pueblo en el noroccidental departamento del Chocó que padeció un crimen de guerra en mayo de 2002. De 79 muertos, 44 eran niñas y niños. La ONU señaló como responsables a las FARC, a los paramilitares de ultraderecha y al ejército.
“Nos sentimos muy contentos/ llenos de felicidad/ que la guerrilla de las FARC/ las armas van a dejar”, cantaron, y recordaron que en la guerra “en nuestra comunidad/ ni a la pesca ni al trabajo/ no nos dejaban llegar. Queremos justicia y paz/ que vengan de corazón pa’ que llegue a nuestros campos salud, paz y educación”.
Luego, a las 17:30, el presidente Juan Manuel Santos y Rodrigo Londoño, jefe de las FARC y conocido como Timochenko, firmaron el “Acuerdo Final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”, alcanzado el 24 de agosto en La Habana, tras cinco años de negociaciones con acompañamiento internacional. Habló Ban: “Hoy los colombianos dicen adiós a décadas de llamas y envían una luz brillante de esperanza que ilumina a todo el mundo”.
El excombatiente pidió perdón “a todas las víctimas del conflicto por todo el dolor que hayamos podido causar en esta guerra”, y recibió una ovación, tanto en Cartagena como en Bogotá, y miles de personas coreaban “¡Sí se pudo!”.
La ceremonia fue empañada por un avión de combate Kfir que decidió romper la barrera del sonido encima del escenario, justo cuando hablaba Londoño. El curtido guerrillero se estremeció, oteó el cielo y dejó la lectura, aunque luego lo tomó a broma y prosiguió.