El porcentaje de personas que aún no han decidido por quién votar el 19 de febrero del 2017 aún es importante; casi 4 de cada 10 ecuatorianos, según las últimas encuestas privadas.
Muchos no se sienten representados con los candidatos que fueron calificados para la Presidencia y Vicepresidencia, ya sea por su pasado político, empresarial, la ideología, los aliados que hicieron, sus planes de gobierno o la forma de administrar.
Y hay también quienes pese a creer que un candidato determinado podría ser una buena opción para gobernar, no le brindarán el voto y están esperando: indecisos.
Creen que lo más saludable para el país es que se dé una segunda vuelta electoral.
Hacen cálculos, incluso, para respaldar al binomio que tenga más posibilidades de llegar como segundo. Quieren que su voto sea útil y que no ‘le haga el juego’ a quien menos simpatía les provoca.
Pero, ¿cómo estar seguros de quién estará segundo? Sobre todo a sabiendas de que los asesores políticos de los diferentes partidos tienen una estrategia en curso para tratar de captar ese voto. Estructuran mensajes -muchas veces de ficción- para tratar de posicionar en los electores la idea de que uno u otro tiene más posibilidades.
Dicen, por ejemplo, que su candidato es el único presidenciable que no causa resistencia entre las diferentes corriente políticas y que por tanto será el ganador potencial en una segunda vuelta electoral.
Otros, en cambio, han contratado firmas encuestadoras que, sabiendo en qué ciudades o zonas un candidato determinado tiene más presencia, recogen muestras cuyos resultados permiten estructurar un discurso político. O se trata de vender el mensaje de que un postulante es el único que se ha logrado consolidar como líder de la oposición y es el más capacitado. Todo con una gran maquinaria electoral.
Entonces, quién cosechará el voto útil, ¿el segundo o el que mejor venda su mensaje de segundo? En ese contexto quizá el voto consciente, informado, sea realmente el más útil.