El Gobierno no termina de ponerse de acuerdo sobre los tratados de libre comercio (TLC). El firmado con la Unión Europea es bueno, pero otro con Estados Unidos sería desastroso para los sectores agrícola y ganadero del país, según el Presidente de la República.
El sábado pasado, el Presidente se anticipó en decir que un TLC con el primer socio comercial del país sería fatal. La razón: al Ecuador llegaría leche en polvo o arroz desde EE.UU. a menor precio, porque los productores estadounidenses reciben subsidios estatales y eso mejora su competitividad, pero en perjuicio de los países importadores, donde la producción y el empleo de los pequeños productores se verían afectados.
Pero ese mismo argumento tenía un grupo de funcionarios del Gobierno cuando se debatía el acuerdo con la UE. Al final, y después de nueve años de dubitaciones, el Presidente aprobó el acuerdo de libre comercio, en el cual no solo se negociaron temas agrícolas sino otros relacionados con propiedad intelectual, protección de inversiones, servicios, compras públicas, etc.
En toda negociación siempre existe el temor de que se produzca una avalancha de productos importados en perjuicio de la producción nacional. Pero para eso existe una negociación, para reducir el riesgo de abrir indiscriminadamente las importaciones. Con ese objetivo se acordó, por ejemplo, excluir de la negociación con la Unión Europea cerca de 90 productos agrícolas, entre ellos, maíz duro, huevos de ave, queso fresco, caña, jarabe de fructosa, carnes congeladas, etc. También se limitó el volumen de importación y se pusieron fechas para bajar aranceles en otros productos.
Para firmar un TLC hay que estar convencido de que la apertura es beneficiosa para el desarrollo del país, algo que no existe en el actual Gobierno. Mientras el Presidente siembra dudas sobre un acuerdo con EE.UU., su candidato para manejar el país a partir de mayo del 2017 ofrece reforzar la presencia de productos nacionales en el mercado estadounidense.