Después de la visita de Barack Obama a Cuba, es probable que, tarde o temprano, ocurra la implosión de la economía socialista y del Estado totalitario. Es cuestión de tiempo. Hay varias razones para ello:
Primero: la dictadura de los Castro ha envejecido con sus líderes. El sistema político que impera en Cuba es una especie de escenario sobreviviente de las ideas comunistas que fracasaron con la Unión Soviética. La inviabilidad de un régimen que depende de un clan cerrado y autoritario, anclado en los preceptos del estalinismo, es evidente. El clan no tiene herederos con la fuerza y la ferocidad política de los Castro. Sus imágenes e ideas ya no tienen el encanto que embelesó a la intelectualidad de América Latina, y acusan evidente deterioro.
Segundo: la economía de la isla, dependiente, en buena medida, del petróleo venezolano, en el escenario actual, no tiene posibilidades de sobrevivir. Los precios del crudo que llega de Venezuela son demasiado volátiles y el régimen de Maduro seguirá hundiéndose en su propia crisis. Por otra parte, es probable que Cuba empiece a recibir importante inversión extranjera, a medida que el bloqueo decline.
A su influjo, irá cambiando la sociedad, más allá de lo que decidan las cúpulas gubernamentales. El cambio vendrá desde abajo, y es muy probable que los referentes socialistas impuestos caduquen velozmente. La jugada de póker de Obama apunta a ese escenario: la implosión por caducidad del sistema.
Tercero: las comunicaciones. Al régimen cubano, caracterizado por los controles, las prohibiciones y la represión, le será difícil resistir el influjo de las comunicaciones. Internet, telefonía celular, mensajería, televisión por cable, etc. van a expandirse irremediablemente, ya sea con permiso del Estado o de otra forma. La información que llegue por esos medios va a cambiar referentes y comportamientos del cubano. El satélite es enemigo irreconciliable de los regímenes cerrados. Los cubanos, expertos en “resolver” su sobrevivencia, es decir, en imaginar recursos pese a las restricciones impuestas por el régimen, encontrarán la forma de acceder a la información. La tecnología puede colonizar a la isla, y será un importante agente de cambio.
La revolución hacia las libertades y la democracia no vendrá del poder, que resistirá apostando al modelo chino, con la colaboración de los nostálgicos de las viejas tesis de los sesenta, y del recuerdo de los íconos a los que ya derrotó el tiempo y la edad. Vendrá de la gente, de la información, del mensaje implícito que llevan la economía y la idea de prosperidad. Las revoluciones duraderas nacen de los individuos, de sus mínimas ilusiones y del descubrimiento de posibilidades de progreso. Las otras duran lo que los caudillos que dominan a las sociedades.