Mientras más pequeña sea su economía, más le va a convenir a un país abrir su comercio al exterior. ¿Por qué? Porque si sólo se dedica a producir para el mercado local no se beneficiará de las ‘economías de escala’, que no es otra cosa que la reducción sistemática del costo medio de un producto gracias a que los costos fijos se dividen entre un volumen cada vez más grande de producción.
Si el costo medio de un producto -o de un grupo de productos- cae sistemáticamente, la industria o economía que produzca aquellos bienes se hará más competitiva porque no necesitará que sus precios de venta sean altos para obtener una utilidad razonable.
Colocar productos a precios atractivos no sólo asegurará la permanencia de una industria o grupo de industrias en el mercado internacional y local, sino que muy probablemente sentará las bases para un futuro crecimiento de las ventas en aquellos mismos mercados.
El aumento permanente de la participación de mercado -es decir, la subida constante de las ventas de una economía- es vital para cualquier Gobierno porque permitirá que la sociedad tenga a mano el instrumento más importante que existe para derrotar la desigualdad y la pobreza: el empleo.
Si las ventas o, lo que es lo mismo, los ingresos de un país se estancan o caen los recursos que entran a la economía serán insuficientes para financiar inversiones privadas, pagar impuestos al Estado y remunerar adecuadamente a los trabajadores.
Por lo tanto, está en el mejor interés de todos los miembros de una sociedad -empresarios, trabajadores y Estado- que un país exporte cada vez más, sobre todo productos de alto valor agregado. (Estos bienes tienen mejores márgenes y no compiten sólo con base en precio, sino también con base en calidad).
¿Es todo lo anterior muy difícil de entender? No lo creo. Regímenes comunistas como el chino -altamente ideologizados pero también con una cultura muy práctica- vieron la importancia que tienen las exportaciones para alcanzar poderío económico y promover el bienestar.
Incluso gobernantes como Daniel Ortega, actual presidente de Nicaragua, que no se destaca precisamente por su simpatía a favor del libre comercio ha entendido que los países tienen que vender más, si quieren alcanzar un mayor desarrollo. Por eso ha firmado, junto con otros países centroamericanos y andinos, un acuerdo comercial con Europa.
Nosotros no lo hemos hecho todavía. En el corto plazo, sectores importantes como el del banano, la pesca y el azúcar se verán afectados por esta oportunidad desperdiciada. A mediano plazo, toda la sociedad, incluidos los miembros de este Gobierno, sufriremos los efectos de esta omisión.