La insólita pregunta que encabeza este artículo pretende averiguar si de verdad existe o no, algo original que nutrido por este suelo pudiera llamarse con razón suficiente ‘un camino latinoamericano’ válido como otros caminos de muy diversas regiones del mundo.
Se la plantea a propósito de un ‘grande’ de nuestros escritores, Gonzalo Zaldumbide nada menos, y la ocasión se la encuentra durante la conferencia que él explicara en La Habana… ¡El año 1928! De esta suerte y mediante la colaboración de la hija del literato, Celia Zaldumbide, ha sido posible que un tema de candente actualidad retorne a la preocupación colectiva, ya que en el fondo de la cuestión, no ha perdido un ápice de vigencia debido al incansable tesón de Irving Iván Zapater quien dirige la Revista Nacional de Cultura y se ocupa de la Secretaría técnica del respectivo Consejo. La revista trata de las letras, las artes y las ciencias de nuestro país.
El número 23 ocupa Zaldumbide. Allí ensaya una virtual definición: “Creemos llegado el día de poder contar con una literatura cabal, hecha a imagen y semejanza de nosotros, de los nuestro, de la tierra, hombres y cosas”. Y a poco agrega: “Gracias a la guerra -se refiere a la Primera Guerra Mundial- los europeos han acabado por descubrir definitivamente a la América toda, y en especial a la nuestra, no solamente como un mercado opulento y prestigioso por su don de fausto y despilfarro, sino también como una promesa para siglos venideros, como un alma nueva de infinitas posibilidades. Pronto tendremos que dejar de embromarles con su ignorancia geográfica, dándonos al fin cuenta de que la nuestra es quizás aún mayor”.
Zaldumbide menciona sus propias reflexiones en torno de las corrientes románticas, las realistas, Rubén Darío, Francisco García Calderón, etc., mientras que la revista organiza una virtual mesa redonda, e invita a participar a literatos contemporáneos como Juan Valdano Morejón, Francisco Proaño Arandi y Esteban Ponce Ortiz, bajo el título de “Juan León Mera: totalitarismo moral de un más acá de la virtud”.
Entre muchas tesis e ideas valiosas, pueden ponerse de relieve las de Juan Valdano, “en esta angustiada interrogación del quién soy ante la Esfinge, Zaldumbide al final no halla sino dudas, perplejidades y silencios. La gran pregunta no ha sido respondida. No queda sino la desazón de seguir siendo un eco de la palabra ajena”.
Proaño Arandi apunta: “Insustituible este documento que no conocíamos, que nos ilustra sobre el pensamiento cosmopolita y universalista de Zaldumbide, pensamiento que postula como para sustentar una verdadera literatura americana el no desligarnos de Europa, sino al contrario asumir lo nuestro en una suerte de proceso dialéctico ecléctico en el que está presenta siempre la raíz ascendentemente europea. ‘Somos como europeos desterrados (afirma también este autoexiliado en Europa que fue por mucho tiempo Zaldumbide) constantemente vueltos en espíritu aunque sin nostalgias del corazón hacia las orillas de Europa.