Esta semana la noticia llegó desde Bolivia. El Presidente, con subterfugios legales y por encima del mandato constitucional y el resultado de un referendo que le negó esa opción en 2016, buscará su reelección.
La Constitución no permite una nueva reelección, además se consultó al pueblo y la tesis del Presidente perdió. Cuando todo parecía claro el Tribunal Constitucional inventa una figura sui géneris desde su propia redacción. El Partido de Evo Morales, el Movimiento al Socialismo, MAS, presentó un recurso abstracto de inconstitucionalidad contra la limitante constitucional.
El Tribunal Constitucional Plurinacional lo admitió, por encima de la letra de la Constitución y del voto popular.
Cualquier parecido no es coincidencia. En varios países que se abrogaron el discurso del socialismo del Siglo XXI se buscaron resquicios legales para que los líderes no dejen el poder o vuelvan a él con facilidad. Ya se sabe el sainete de Nicaragua, las reelecciones de Chávez y otras situaciones no menos retorcidas.
Todo es con secuencia de acuerdos del alto poder en el Foro de Sao Paulo entre figuras desaparecidas como Hugo Chávez, Fidel Castro o Lula, hoy condenado en primera instancia por una de las tantas causas por corrupción que se le instalaron. La idea era no abandonar el poder por nada del mundo. Pero para que eso sea posible el flujo de recursos económicos para sostener el aparato clientelar y populista debía funcionar como un relojito suizo.
Cabe reconocer que más allá de la mañosa leguleya en Bolivia, lo que sí le ha funcionado bien a Morales es la economía. Un frente a cargo de un marxista de sólida formación como el vicepresidente Álvaro García, quien con buen sentido marca la diferencia con otros colegas de la región, donde el despilfarro y la sobredimensión del Estado fueron política pública. Evo en pos la posible reelección, a toda costa, una ironía ya que Bolivia no tiene salida al mar.